20/07/2019, 18:27
—Ahora sí has hablado como un tiburón. —La Reina sonrió, sin dejar de mover la cabeza de un lado a otro. Se notaba que aquel discurso sí le había gustado. Uno libre de fantasías y mitos. Uno lleno del ingrediente más importante de todos: la sangre—. Claro que alguien tan pequeño… ¿Qué utilidad podríamos darte?
—¿Por qué no lo usamos de cebo? —propuso el pequeño tiburón con ojos de gato, cuya voz sonaba bastante más aguda que la de la Reina—. Siendo tan pequeño tiene más posibilidades de escurrirse entre ellos sin ser visto… y dar el golpe.
—¡Me gusta, Scylio! ¡Por estas cosas es que eres mi Segunda Aleta! —exclamó con júbilo—. ¡Y tú irás con él! —decidió de pronto, arrancando al pequeño tiburón una mueca de sorpresa.
—¿Yo?
—No querrás que deposite todo el peso del primer golpe en un desconocido, ¿no? ¡Se supone que tú eres el listo!
—¡Por una vez podrás sacar partido de tu tamaño, Scylio! —exclamó el segundo tiburón que custodiaba a la Reina, de lomo verde y tamaño gigantesco. Su burla arrancó la carcajada de varios tiburones.
—Pues sí. Cosa que nunca se podrá decir de tu cerebro. Que se lo pregunten sino a esos delfines con los que te cruzaste, ¿eh, Osuushi?
Bam. Aquello fue como soltar una bomba. De arriba abajo, de tiburón más grande a más pequeño, se descoyuntaron a carcajadas. Algunos incluso flotando boca arriba mientras no paraban de darse golpes en la tripa con las aletas. Oh, sí, la anécdota de Osuushi con un pequeño grupo de delfines era bien conocida por allí.
Kaido sintió el agua vibrar a su alrededor, y su instinto de supervivencia se disparó. Ese sexto sentido que le decía, a gritos, de mantenerse alerta. No pasó más de un segundo para ver a Osuushi moviendo el cuerpo de un enérgico movimiento —era increíble lo rápido que se movía con lo grande que era—, con la intención clara de tragarse a Scylio de un bocado.
—¡BASTA! —La Reina se puso en medio y lo apartó de un simple coletazo, como quien espanta a unos pequeños peces de agua dulce—. ¡No tengo tiempo para vuestras estúpidas peleas! ¡Kaido! ¡Scylio! ¡Es hora de que partáis!
—¿Por qué no lo usamos de cebo? —propuso el pequeño tiburón con ojos de gato, cuya voz sonaba bastante más aguda que la de la Reina—. Siendo tan pequeño tiene más posibilidades de escurrirse entre ellos sin ser visto… y dar el golpe.
—¡Me gusta, Scylio! ¡Por estas cosas es que eres mi Segunda Aleta! —exclamó con júbilo—. ¡Y tú irás con él! —decidió de pronto, arrancando al pequeño tiburón una mueca de sorpresa.
—¿Yo?
—No querrás que deposite todo el peso del primer golpe en un desconocido, ¿no? ¡Se supone que tú eres el listo!
—¡Por una vez podrás sacar partido de tu tamaño, Scylio! —exclamó el segundo tiburón que custodiaba a la Reina, de lomo verde y tamaño gigantesco. Su burla arrancó la carcajada de varios tiburones.
—Pues sí. Cosa que nunca se podrá decir de tu cerebro. Que se lo pregunten sino a esos delfines con los que te cruzaste, ¿eh, Osuushi?
Bam. Aquello fue como soltar una bomba. De arriba abajo, de tiburón más grande a más pequeño, se descoyuntaron a carcajadas. Algunos incluso flotando boca arriba mientras no paraban de darse golpes en la tripa con las aletas. Oh, sí, la anécdota de Osuushi con un pequeño grupo de delfines era bien conocida por allí.
Kaido sintió el agua vibrar a su alrededor, y su instinto de supervivencia se disparó. Ese sexto sentido que le decía, a gritos, de mantenerse alerta. No pasó más de un segundo para ver a Osuushi moviendo el cuerpo de un enérgico movimiento —era increíble lo rápido que se movía con lo grande que era—, con la intención clara de tragarse a Scylio de un bocado.
—¡BASTA! —La Reina se puso en medio y lo apartó de un simple coletazo, como quien espanta a unos pequeños peces de agua dulce—. ¡No tengo tiempo para vuestras estúpidas peleas! ¡Kaido! ¡Scylio! ¡Es hora de que partáis!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado