21/07/2019, 09:25
Y, luego de soltar aquél discurso; Kaido tuvo que desinflar el pecho para contener el nerviosismo que le generaba la posible reacción de la Reina. Oh, tuvo suerte, tuvo suerte de que había elegido contar la historia correcta de la forma correcta y que la monarca de los mares había decidido darle una única oportunidad.
¿Pero cuál?
Una no muy digna en las guerras que se avecinaban, visto la sugerencia de uno de ellos. Su papel consistiría de buenas a primeras en ser una especie de señuelo, idea propuesta por aquél tiburón de ojos gatunos que, al igual que él, no tenía un tamaño demasiado considerable como para ubicarle en lo más profundo de la cadena alimenticia que regía los vastos mares. De alguna forma, Scylio no estaba muy lejos del escaño que el mismo Kaido ocupaba cuando nos referimos al aprecio de los otros tiburones. Aquellas risas lo comprobaron. No obstante, la Reina le había llamado segunda aleta —lo que supuso el gyojin que era una especie de rango entre aquellos que la acompañaban de cerca—. y el tal Scylio no tardó en comprobarle que el tamaño, en muchos casos de la vida, realmente no importa. Que se lo dijeran a él, más que a nadie.
¡Bam! la estridente carcajada de decenas de tiburones hizo vibrar el océano. Una simple anécdota, un trapito sucio contada por Scylio bastó para dejar muy claro quién era quién allí. Kaido carcajeó con ellos, aunque de forma muy baja y poco elocuente, hasta que ese sentido suyo que desarrolló en tierra para detectar cuando una provocación comenzaba a hacer mella y hacía perder los estribos al contrario le avisó que alguien iba a atacar.
La magnánima, no obstante, acabó con aquella tontería de Osuushi de un simple coletazo. Kaido se revoleó en el agua por la corriente causada por aquél poderoso movimiento, y trató de mantener la compostura a flote.
—¿Partir adónde?
¿Pero cuál?
Una no muy digna en las guerras que se avecinaban, visto la sugerencia de uno de ellos. Su papel consistiría de buenas a primeras en ser una especie de señuelo, idea propuesta por aquél tiburón de ojos gatunos que, al igual que él, no tenía un tamaño demasiado considerable como para ubicarle en lo más profundo de la cadena alimenticia que regía los vastos mares. De alguna forma, Scylio no estaba muy lejos del escaño que el mismo Kaido ocupaba cuando nos referimos al aprecio de los otros tiburones. Aquellas risas lo comprobaron. No obstante, la Reina le había llamado segunda aleta —lo que supuso el gyojin que era una especie de rango entre aquellos que la acompañaban de cerca—. y el tal Scylio no tardó en comprobarle que el tamaño, en muchos casos de la vida, realmente no importa. Que se lo dijeran a él, más que a nadie.
¡Bam! la estridente carcajada de decenas de tiburones hizo vibrar el océano. Una simple anécdota, un trapito sucio contada por Scylio bastó para dejar muy claro quién era quién allí. Kaido carcajeó con ellos, aunque de forma muy baja y poco elocuente, hasta que ese sentido suyo que desarrolló en tierra para detectar cuando una provocación comenzaba a hacer mella y hacía perder los estribos al contrario le avisó que alguien iba a atacar.
La magnánima, no obstante, acabó con aquella tontería de Osuushi de un simple coletazo. Kaido se revoleó en el agua por la corriente causada por aquél poderoso movimiento, y trató de mantener la compostura a flote.
—¿Partir adónde?