23/07/2019, 16:27
La encargada de pasear a Yomi se dio la vuelta y le miró con los ojos entrecerrados. El perro estaba alerta: movía la cola muy rápido y no le quitaba los ojos de encima al muchacho. La anciana suspiró y les indicó le que le siguieran con la mano.
Caminaron todo lo rápido que pudieron. El vendaje que Juro había practicado, aunque inexperto, resultó suficiente para salvar la consciencia de Yota, no sin dificultades. Gravemente mareado, apenas podía ya distinguir los rostros de los dos guardias mientras la mujer explicaba la situación. Por la relación con ellos, quedaba claro que la señora no era una cualquiera, al fin y al cabo, nadie entraba así porque sí en el palacio de un Daimyo con dos desconocidos, fueran cuales fueran los símbolos en la placa de sus bandanas.
Les recibió una entradita con amplias escaleras ambos lados, que subían rodeando las paredes de la burbuja que era el palacio. Al lado de cada escalera, un pasillo hacía lo propio, pero bordeando circularmente una pared blanca con decoraciones de bambú. Justo enfrente, una puerta grande de dos hojas de madera barnizada. La cuidadora de Yomi les señaló el pasillo de la derecha. Ante la mirada de curiosos guardias, caminaron hasta la enfermería, donde dejaron a Yota al cuidado de dos médicos del hogar del noble.
La anciana le comunicó a Juro que ella había sido una de las sirvientas más fieles del Señor Feudal durante muchísimos años, que el Señor, quien confiaba en ella más que en nadie, le seguía ofreciendo un hogar a cambio de cuidar de su perro y de hacerle de confidente de todos los cotilleos de los que pudiera enterarse.
De hecho, eso acababa de decírselo justo cuando cerraba la puerta de una sala inquietantemente vacía, en la que sólo había una mesilla con un par de asientos.
—Toma asiento, por favor —dijo, en un tono que daba a entender que no se trataba de una sugerencia. Inmediatamente, ella hizo lo mismo. Y le quitó la correa de seguridad al enorme perrazo—. Bien. ¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis en Tane-Shigai?
El perro se acercó a Juro y se sentó cerca de él, observándole atentamente.
A Yota le habían tumbado en una camilla y le habían tratado con Ninjutsu médico. Extremadamente agotado, los responsables del tratamiento le dejaron dormir tranquilo, si es que eso es lo que deseaba. Estaba en una sala con paredes de madera y habían varias camillas dispuestas en horizontal, separadas por unos biombos. Hubo una tos húmeda que provino de la última camilla.
—Por favor, no pué uno ni resfriarse un poquillo pa' que t'ol castillo se vuelva loco. Coññññño —masculló en voz alta cuando los médicos abandonaron la habitación.
Caminaron todo lo rápido que pudieron. El vendaje que Juro había practicado, aunque inexperto, resultó suficiente para salvar la consciencia de Yota, no sin dificultades. Gravemente mareado, apenas podía ya distinguir los rostros de los dos guardias mientras la mujer explicaba la situación. Por la relación con ellos, quedaba claro que la señora no era una cualquiera, al fin y al cabo, nadie entraba así porque sí en el palacio de un Daimyo con dos desconocidos, fueran cuales fueran los símbolos en la placa de sus bandanas.
Les recibió una entradita con amplias escaleras ambos lados, que subían rodeando las paredes de la burbuja que era el palacio. Al lado de cada escalera, un pasillo hacía lo propio, pero bordeando circularmente una pared blanca con decoraciones de bambú. Justo enfrente, una puerta grande de dos hojas de madera barnizada. La cuidadora de Yomi les señaló el pasillo de la derecha. Ante la mirada de curiosos guardias, caminaron hasta la enfermería, donde dejaron a Yota al cuidado de dos médicos del hogar del noble.
La anciana le comunicó a Juro que ella había sido una de las sirvientas más fieles del Señor Feudal durante muchísimos años, que el Señor, quien confiaba en ella más que en nadie, le seguía ofreciendo un hogar a cambio de cuidar de su perro y de hacerle de confidente de todos los cotilleos de los que pudiera enterarse.
De hecho, eso acababa de decírselo justo cuando cerraba la puerta de una sala inquietantemente vacía, en la que sólo había una mesilla con un par de asientos.
—Toma asiento, por favor —dijo, en un tono que daba a entender que no se trataba de una sugerencia. Inmediatamente, ella hizo lo mismo. Y le quitó la correa de seguridad al enorme perrazo—. Bien. ¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis en Tane-Shigai?
El perro se acercó a Juro y se sentó cerca de él, observándole atentamente.
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A Yota le habían tumbado en una camilla y le habían tratado con Ninjutsu médico. Extremadamente agotado, los responsables del tratamiento le dejaron dormir tranquilo, si es que eso es lo que deseaba. Estaba en una sala con paredes de madera y habían varias camillas dispuestas en horizontal, separadas por unos biombos. Hubo una tos húmeda que provino de la última camilla.
—Por favor, no pué uno ni resfriarse un poquillo pa' que t'ol castillo se vuelva loco. Coññññño —masculló en voz alta cuando los médicos abandonaron la habitación.
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