30/07/2019, 00:57
Rao sostuvo la cuchara por unos instantes, observando luego su distorsionado reflejo en la sopa. Sí, la extrañaba. La extrañó durante muchos momentos, recordando que incluso cuando era golpeado, su mayor temor era que ya no iba a poder disfrutar de tan maravilloso platillo nunca jamás. No era el más exquisito del mundo, ni el más abundante, pero sin duda, era el que su hermosa esposa le dedicaba con afecto.
—No puedo disfrutar de ninguna comida preparada con otras manos, cómo lo hago con esta— Desvió la mirada a su mujer son una sonrisa tierna. —Aún no puedo creer que esté aquí. Es irreal, cómo si el tiempo se hubiese detenido.
La mujer se llevó una mano a la mejilla y se sonrojó, apartando la vista, pero sonriendo de igual manera.
—Cómo si nunca te hubieses ido— Complementó ella. —Todo es cómo antes...
Por mucho que quisieran disimular, las emociones aún estaban vivos en ellos dos. Las heridas de él tras la golpiza, las ojeras de ella en las noches sin sueño. Y aún así, tenían esperanza. Aquella de que podían ser felices y se negaban a ceder ante las adversidades de la vida. Nunca hicieron nada malo, pero seguían recibiendo piedras a cambio de anhelar una vida mejor.
El resto del almuerzo pasó sin pena, aunque ya era algo tarde cuando comenzaron, por lo que terminaron a eso de las tres de la tarde. La mujer se dispuso a recoger los platos, pero el tuerto la detuvo colocando la mano en su hombro y negando con la cabeza.
—Déjame el trabajo a mí, tú además debes ayudar a Kito para que se vaya aclimatando— Se fue con los trastes en mano.
—Bueno— Sonrió resignada ante el Inuzuka, acomodándose parte del cabello tras la oreja para luego juntar sus manos delante de sí. —Mientras mi marido lava los utensilios, podemos ir a la parte trasera. Por aquí— le indicó para que le siguiese.
Atravesaron la cocina donde Rao estaba haciendo oficio, cruzando luego una puerta que daba al criadero. El lugar no era demasiado grande, pero eso no lo volvía menos impresionante. Había varias estanterías que tenían una gran cantidad de capullos, tantos que era difícil contarlos uno a uno. Además, al fondo podían verse cajas de cristal con algunas hojas cortadas, dónde podía verse a una enorme cantidad de gusanos alimentándose. Finalmente, en una esquina solitaria, una rueca y lo que parecían ser varias madejas ya hiladas, además de algunos frascos con pintura.
—Este es mi sitio de trabajo— Señalaba con la mano cada sección del recinto. —Nosotros producimos seda cómo materia prima únicamente, no tejemos. Alimentamos a los gusanos hasta que forman un capullo, el cuál al cabo de un tiempo debe madurar y ser "cosechado". Para ello, se meten en agua hirviendo antes de que se desarrolle la polilla. Luego de eso se hila y lo vendemos en el exterior. Nuestro problema principal era que nuestros compradores suelen vivir muy lejos, así que Rao debía viajar demasiado lejos para hacer las entregas. Creo que ahora que estemos los dos pendientes del criadero podremos producir un poco más, media vez tú puedas ayudarnos a transportarlas— Explicó lo más detallado que pudo. —A decir verdad, sólo el criadero ocupa más de la mitad de la casa, por lo que no tenemos tanto espacio cómo aparentamos— ella empezó a juguetear con sus propios dedos índices. --Si quieres vamos a desocupar la vieja bodega.
No irían muy lejos, pues al salir del criadero y dirigirse a la derecha verían de inmediato una puerta entreabierta, la cuál ella abrió y dio paso a Etsu.
—Ahora mismo es un desastre— una gota de sudor resbaló en su sien.
En efecto, había un colchón viejo en el sitio, además de dos enormes alfombras. Había escobas, trapos viejos y estantes de madera cómo los del criadero pero rotos. Todo amontonado sin orden alguno.
—Por cierto, ¿dormirás con tu amiguito?— No se refería a otro que Akane. —No sé si lo vas a tener fuera o aquí dentro— Ella se llevó el dedo índice a los labios.
—No puedo disfrutar de ninguna comida preparada con otras manos, cómo lo hago con esta— Desvió la mirada a su mujer son una sonrisa tierna. —Aún no puedo creer que esté aquí. Es irreal, cómo si el tiempo se hubiese detenido.
La mujer se llevó una mano a la mejilla y se sonrojó, apartando la vista, pero sonriendo de igual manera.
—Cómo si nunca te hubieses ido— Complementó ella. —Todo es cómo antes...
Por mucho que quisieran disimular, las emociones aún estaban vivos en ellos dos. Las heridas de él tras la golpiza, las ojeras de ella en las noches sin sueño. Y aún así, tenían esperanza. Aquella de que podían ser felices y se negaban a ceder ante las adversidades de la vida. Nunca hicieron nada malo, pero seguían recibiendo piedras a cambio de anhelar una vida mejor.
El resto del almuerzo pasó sin pena, aunque ya era algo tarde cuando comenzaron, por lo que terminaron a eso de las tres de la tarde. La mujer se dispuso a recoger los platos, pero el tuerto la detuvo colocando la mano en su hombro y negando con la cabeza.
—Déjame el trabajo a mí, tú además debes ayudar a Kito para que se vaya aclimatando— Se fue con los trastes en mano.
—Bueno— Sonrió resignada ante el Inuzuka, acomodándose parte del cabello tras la oreja para luego juntar sus manos delante de sí. —Mientras mi marido lava los utensilios, podemos ir a la parte trasera. Por aquí— le indicó para que le siguiese.
Atravesaron la cocina donde Rao estaba haciendo oficio, cruzando luego una puerta que daba al criadero. El lugar no era demasiado grande, pero eso no lo volvía menos impresionante. Había varias estanterías que tenían una gran cantidad de capullos, tantos que era difícil contarlos uno a uno. Además, al fondo podían verse cajas de cristal con algunas hojas cortadas, dónde podía verse a una enorme cantidad de gusanos alimentándose. Finalmente, en una esquina solitaria, una rueca y lo que parecían ser varias madejas ya hiladas, además de algunos frascos con pintura.
—Este es mi sitio de trabajo— Señalaba con la mano cada sección del recinto. —Nosotros producimos seda cómo materia prima únicamente, no tejemos. Alimentamos a los gusanos hasta que forman un capullo, el cuál al cabo de un tiempo debe madurar y ser "cosechado". Para ello, se meten en agua hirviendo antes de que se desarrolle la polilla. Luego de eso se hila y lo vendemos en el exterior. Nuestro problema principal era que nuestros compradores suelen vivir muy lejos, así que Rao debía viajar demasiado lejos para hacer las entregas. Creo que ahora que estemos los dos pendientes del criadero podremos producir un poco más, media vez tú puedas ayudarnos a transportarlas— Explicó lo más detallado que pudo. —A decir verdad, sólo el criadero ocupa más de la mitad de la casa, por lo que no tenemos tanto espacio cómo aparentamos— ella empezó a juguetear con sus propios dedos índices. --Si quieres vamos a desocupar la vieja bodega.
No irían muy lejos, pues al salir del criadero y dirigirse a la derecha verían de inmediato una puerta entreabierta, la cuál ella abrió y dio paso a Etsu.
—Ahora mismo es un desastre— una gota de sudor resbaló en su sien.
En efecto, había un colchón viejo en el sitio, además de dos enormes alfombras. Había escobas, trapos viejos y estantes de madera cómo los del criadero pero rotos. Todo amontonado sin orden alguno.
—Por cierto, ¿dormirás con tu amiguito?— No se refería a otro que Akane. —No sé si lo vas a tener fuera o aquí dentro— Ella se llevó el dedo índice a los labios.
![[Imagen: 7FT8VMk.gif]](https://i.imgur.com/7FT8VMk.gif)
