5/08/2019, 18:19
Hiroto asintió.
—Claro. De hecho, podemos ir ya, ahora que sé quiénes sois. Os estábamos esperando, de hecho —dijo—. Además, será mejor que no dejemos solo a tu compañero por mucho tiempo. En esa misma enfermería está también el Señor Feu...
Los apresurados pasos de alguien, en el pasillo, cruzaron por delante de la puerta a gran velocidad.
—¡Es el Señor Feudal, rápido! —pudo oírse—. ¡Está pidiendo ayuda! ¡Alguien le está atacando!
Hiroto se levantó de golpe, pero sus viejas piernas no pudieron aguantar el ritmo. Dirigió una mirada a Juro.
—¡Por favor, Juro-san...!
Oh, pero los guardias llegaron y le vieron sujetando la mano del Daimyo, al que acababa de soltar.
—¡Guardias! ¡Este ninja atentó contra mi perro! ¡Lleváoslo a prisión! —El Señor Feudal se reincorporó con dificultad y se sentó en la camilla de enfrente, mirando a Yota con total desconfianza.
Los guardias se miraron. Miraron a Yota. Miraron al Señor.
—¿¡Qué hacéis ahí plantados!? ¡¡Lleváos a este cabrón!! ¡Mi perrito, mi perrito lindo no le haría nada a nadie si no le provocan!
Los guardias se miraron. Uno levantó una ceja. Miraron a Yota.
—Por favor, acompáñanos —dijo uno de los guardias.
El otro le guiñó un ojo distraídamente.
—Claro. De hecho, podemos ir ya, ahora que sé quiénes sois. Os estábamos esperando, de hecho —dijo—. Además, será mejor que no dejemos solo a tu compañero por mucho tiempo. En esa misma enfermería está también el Señor Feu...
Los apresurados pasos de alguien, en el pasillo, cruzaron por delante de la puerta a gran velocidad.
—¡Es el Señor Feudal, rápido! —pudo oírse—. ¡Está pidiendo ayuda! ¡Alguien le está atacando!
Hiroto se levantó de golpe, pero sus viejas piernas no pudieron aguantar el ritmo. Dirigió una mirada a Juro.
—¡Por favor, Juro-san...!
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Oh, pero los guardias llegaron y le vieron sujetando la mano del Daimyo, al que acababa de soltar.
—¡Guardias! ¡Este ninja atentó contra mi perro! ¡Lleváoslo a prisión! —El Señor Feudal se reincorporó con dificultad y se sentó en la camilla de enfrente, mirando a Yota con total desconfianza.
Los guardias se miraron. Miraron a Yota. Miraron al Señor.
—¿¡Qué hacéis ahí plantados!? ¡¡Lleváos a este cabrón!! ¡Mi perrito, mi perrito lindo no le haría nada a nadie si no le provocan!
Los guardias se miraron. Uno levantó una ceja. Miraron a Yota.
—Por favor, acompáñanos —dijo uno de los guardias.
El otro le guiñó un ojo distraídamente.
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