15/08/2019, 03:13
Hambre.
Vaya que sí la tenía.
Y visto lo visto, la iba a tener durante toda su aventura en las profundidades del océano. Porque aquellos tiburones se empeñaban en hablar de comida, de cazas, de sus manjares favoritos para tragar. Todas eran desde luego criaturas que vivían hasta el momento en que las fauces se cerraban sobre ellas. Focas, leones marinos, pulpos. Lo que fuese. Kaido no podía comer nada de eso sin haberlo pasado por un fuego primero. ¿Sería ese un impedimento para que el resto lo tomase como un tiburón? no tenía porqué, realmente. Era una característica intrínseca de un ninja ser un humano. Su afinidad con los tiburones, y sus cualidades genéticas, también, era solo un rasgo de su ser. Ambos tendrían que aceptarse mutuamente, llegado el caso de que no fracasase en el intento de ganar aquella guerra en nombre de la Reina del océano.
—Con que orcas, eh —dijo, soltando burbujitas de aire a medida de que hablaba—.suerte que aquí abajo soy rápido. ¿Os imagináis a un cebo que no pueda escurrirse sin que lo atrapen?
El Umikiba le pegó una última mirada a los presentes, y postró sus ojos en los pequeñísimos orbes de Scylio.
—¿Nos vamos?
Vaya que sí la tenía.
Y visto lo visto, la iba a tener durante toda su aventura en las profundidades del océano. Porque aquellos tiburones se empeñaban en hablar de comida, de cazas, de sus manjares favoritos para tragar. Todas eran desde luego criaturas que vivían hasta el momento en que las fauces se cerraban sobre ellas. Focas, leones marinos, pulpos. Lo que fuese. Kaido no podía comer nada de eso sin haberlo pasado por un fuego primero. ¿Sería ese un impedimento para que el resto lo tomase como un tiburón? no tenía porqué, realmente. Era una característica intrínseca de un ninja ser un humano. Su afinidad con los tiburones, y sus cualidades genéticas, también, era solo un rasgo de su ser. Ambos tendrían que aceptarse mutuamente, llegado el caso de que no fracasase en el intento de ganar aquella guerra en nombre de la Reina del océano.
—Con que orcas, eh —dijo, soltando burbujitas de aire a medida de que hablaba—.suerte que aquí abajo soy rápido. ¿Os imagináis a un cebo que no pueda escurrirse sin que lo atrapen?
El Umikiba le pegó una última mirada a los presentes, y postró sus ojos en los pequeñísimos orbes de Scylio.
—¿Nos vamos?