15/08/2019, 16:25
Komachi dejó el vaso de té para luego regresar la pipa kiseru a sus labios. Parecía entretenida por las historias de los genin. Había escuchado que el niño de Hanamura era… raro, así que no le sorprendió que hubiese encontrado tratos diferentes en la Academia. Aunque sí lo lamentó, pensando que era una vergüenza que se siguiera tolerando que "los niños son crueles".
Ranko inclinó la cabeza, con un par de dedos en la sien.
—Una historia… inspiradora… —repitió lentamente.
¿Qué podría contarle que fuese inspirador? ¿Su encuentro con el cantante/luchador de nintaijutsu que quería volverse una superestrella? ¿Sus entrenamientos con el ninja de las rastas o el ninja rubio? ¿Su búsqueda de hierbas en el Bosque de Hongos y su pelea con los jabalíes? ¿Las vivencias con aquellas kunoichi de Uzushiogakure y Amegakure? No. Nada de eso era inspirador. Era agradable, emocionante, hermoso, tal vez, pero no provocaba inspirar a alguien.
Tendría que plantear sus experiencias de otra manera.
"Se trata de lo mucho que he aprendido. Pero he aprendido perdiendo, de cierta manera. ¿Entenderá eso un niño de cinco años? ¿Qué tal…?"
—C-creo que… pues… —comenzó la chica. Miraba su taza de madera fijamente, para que la pena de tener a otras personas escuchando no le abrumara —. Ha-hace años… Hace años tuve un… accidente en un entrenamiento y… y acabé con el brazo roto —Komachi la miró de repente, pues sabía de qué historia se trataba —. N-no era buena peleando… Y-y era muy débil. Y mucho más c-con el brazo así… Pero seguí entrenando. Y al n-no poder u-usar mi brazo, usé mis piernas para pelear. Y-y creo… Y creo que m-me he vuelto una buena combatiente. M-mis patadas son… ahm… mucho más fuertes que l-las d-de muchos… Creo que e-es algo que agradezco, y de lo que e-estoy orgullosa. Porque perseveré
Ranko dirigió una tímida mirada a su madre, quien correspondió con ojos tiernos y orgullosos, y luego volvió a hundir sus propios orbes miel en el té. Y luego bebió.
Ranko inclinó la cabeza, con un par de dedos en la sien.
—Una historia… inspiradora… —repitió lentamente.
¿Qué podría contarle que fuese inspirador? ¿Su encuentro con el cantante/luchador de nintaijutsu que quería volverse una superestrella? ¿Sus entrenamientos con el ninja de las rastas o el ninja rubio? ¿Su búsqueda de hierbas en el Bosque de Hongos y su pelea con los jabalíes? ¿Las vivencias con aquellas kunoichi de Uzushiogakure y Amegakure? No. Nada de eso era inspirador. Era agradable, emocionante, hermoso, tal vez, pero no provocaba inspirar a alguien.
Tendría que plantear sus experiencias de otra manera.
"Se trata de lo mucho que he aprendido. Pero he aprendido perdiendo, de cierta manera. ¿Entenderá eso un niño de cinco años? ¿Qué tal…?"
—C-creo que… pues… —comenzó la chica. Miraba su taza de madera fijamente, para que la pena de tener a otras personas escuchando no le abrumara —. Ha-hace años… Hace años tuve un… accidente en un entrenamiento y… y acabé con el brazo roto —Komachi la miró de repente, pues sabía de qué historia se trataba —. N-no era buena peleando… Y-y era muy débil. Y mucho más c-con el brazo así… Pero seguí entrenando. Y al n-no poder u-usar mi brazo, usé mis piernas para pelear. Y-y creo… Y creo que m-me he vuelto una buena combatiente. M-mis patadas son… ahm… mucho más fuertes que l-las d-de muchos… Creo que e-es algo que agradezco, y de lo que e-estoy orgullosa. Porque perseveré
Ranko dirigió una tímida mirada a su madre, quien correspondió con ojos tiernos y orgullosos, y luego volvió a hundir sus propios orbes miel en el té. Y luego bebió.
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