21/08/2019, 17:43
Ella respiró hondo y, tras varios segundos de silencio, respondió:
—Hace casi dos horas que Daruu se fue a la playa, así que estaba preocupándome. Fui para allá con los perros pero el rastro se perdía en la orilla. Y encontré esto —añadió, mostrándole algo que llevaba en la mano y en lo que Zetsuo no había reparado hasta ahora—: Su cubo. Pensé que quizás estaba con Ayame, pero he buscado por todas partes y no los veo a ninguno de los dos.
El hombre frunció el ceño.
—Ayame también estaba en la playa... —confesó, con voz grave. Entonces se volvió hacia todos lados, buscando—. ¡Kōri! —llamó. Pero nadie respondió a su voz—. ¡Kōri! Maldita sea, ¿dónde está este muchacho ahora?
Fue un molesto pitido silbándole en el oído lo que terminó por despertarle. Con un ligero gruñido, Kōri se frotó el oído y pasó su mano entre sus cabellos albos. La suave brisa acariciaba sus mejillas, pero hacía calor, demasiado calor para él. Y además una irritante quemazón en la piel parecía indicarle que se estaba quemando. Se incorporó ligeramente en aquel flotador gigante que había cogido y miró a su alrededor, buscando la orilla a la que debía dirigirse.
Pero no encontró más que agua a su alrededor.
—Oh, vaya. Me he perdido —se lamentó, con un tono de voz tan impersonal que hacía parecer que le daba exactamente igual.
—Hace casi dos horas que Daruu se fue a la playa, así que estaba preocupándome. Fui para allá con los perros pero el rastro se perdía en la orilla. Y encontré esto —añadió, mostrándole algo que llevaba en la mano y en lo que Zetsuo no había reparado hasta ahora—: Su cubo. Pensé que quizás estaba con Ayame, pero he buscado por todas partes y no los veo a ninguno de los dos.
El hombre frunció el ceño.
—Ayame también estaba en la playa... —confesó, con voz grave. Entonces se volvió hacia todos lados, buscando—. ¡Kōri! —llamó. Pero nadie respondió a su voz—. ¡Kōri! Maldita sea, ¿dónde está este muchacho ahora?
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Fue un molesto pitido silbándole en el oído lo que terminó por despertarle. Con un ligero gruñido, Kōri se frotó el oído y pasó su mano entre sus cabellos albos. La suave brisa acariciaba sus mejillas, pero hacía calor, demasiado calor para él. Y además una irritante quemazón en la piel parecía indicarle que se estaba quemando. Se incorporó ligeramente en aquel flotador gigante que había cogido y miró a su alrededor, buscando la orilla a la que debía dirigirse.
Pero no encontró más que agua a su alrededor.
—Oh, vaya. Me he perdido —se lamentó, con un tono de voz tan impersonal que hacía parecer que le daba exactamente igual.