25/08/2019, 01:11
Justo en ese momento apareció por la linde del pasillo la señora Yamauchi. Su rictus preocupado se transformó en una sonrisa afable y tranquila cuando vio a Juro, Yota y los guardias sin que nadie tuviera unas esposas puestas.
—¡Menos mal! —dijo—. Takeshi, Sandogi, ¿todo bien? ¿Ha pasado algo?
—Nada, los achaques de la fiebre. Como siempre.
Yamauchi-san suspiró e hizo un ademán con la mano.
—Como me imaginaba. Bueno, podéis marcharos. Yo acompañaré a nuestros invitados a sus aposentos —se ofreció. Los guardias inclinaron la cabeza y se marcharon por el pasillo. Yamauchi se dirigió a Yota—: Yota-kun, cuidado con Gyou-sama y su perro. Es un animal muy tranquilo normalmente, pero también es cierto que lo tienen bastante consentido. El Señor Feudal no atenderá a razones si se trata de él —se encogió de hombros—. Acompañadme, por favor. Supongo que estaréis deseando cenar algo y descansar.
Yamauchi les condujo a través de pasillos enmaredados curvos, con cuadros de paisajes y de personalidades relevantes del País de la Hierba. A ambos les pareció reconocer a un joven Kenzou en algunos de ellos, y también a antiguos Morikages. Subieron varias escaleras, que se enroscaban alrededor de la cúpula que era el palacio. Cruzaron algunos salones, donde el servicio de palacio cenaba y charlaba alegremente. Cruzaron umbrales vigilados por guardias, que les sonrieron y se inclinaron respetuosamente.
Su habitación parecía la del propio Señor Feudal. Lejos de las rutinarias pero acogedoras cabañas de su aldea, aquella sala de puertas de doble hoja verde y parqué de la más alta calidad les debió parecer todo un lujo. Era una estancia amplísima, circular, con baño, cocina y dos dormitorios separados. En el centro había un sofá negro con una mesa de cristal de aspecto caro.
—Y aquí tenéis comida y bebida, sed libres de coger lo que queráis. ¡Que no se diga que en este palacio se trata mal a los ninjas del Señor Feudal! —rio Yamauchi abriendo la nevera. Había frutas, algo de carne y comida precocinada varia. La mujer cerró la nevera y se dirigió a la entrada—. Os dejo por hoy. Si tenéis alguna pregunta más...
—¡Menos mal! —dijo—. Takeshi, Sandogi, ¿todo bien? ¿Ha pasado algo?
—Nada, los achaques de la fiebre. Como siempre.
Yamauchi-san suspiró e hizo un ademán con la mano.
—Como me imaginaba. Bueno, podéis marcharos. Yo acompañaré a nuestros invitados a sus aposentos —se ofreció. Los guardias inclinaron la cabeza y se marcharon por el pasillo. Yamauchi se dirigió a Yota—: Yota-kun, cuidado con Gyou-sama y su perro. Es un animal muy tranquilo normalmente, pero también es cierto que lo tienen bastante consentido. El Señor Feudal no atenderá a razones si se trata de él —se encogió de hombros—. Acompañadme, por favor. Supongo que estaréis deseando cenar algo y descansar.
Yamauchi les condujo a través de pasillos enmaredados curvos, con cuadros de paisajes y de personalidades relevantes del País de la Hierba. A ambos les pareció reconocer a un joven Kenzou en algunos de ellos, y también a antiguos Morikages. Subieron varias escaleras, que se enroscaban alrededor de la cúpula que era el palacio. Cruzaron algunos salones, donde el servicio de palacio cenaba y charlaba alegremente. Cruzaron umbrales vigilados por guardias, que les sonrieron y se inclinaron respetuosamente.
Su habitación parecía la del propio Señor Feudal. Lejos de las rutinarias pero acogedoras cabañas de su aldea, aquella sala de puertas de doble hoja verde y parqué de la más alta calidad les debió parecer todo un lujo. Era una estancia amplísima, circular, con baño, cocina y dos dormitorios separados. En el centro había un sofá negro con una mesa de cristal de aspecto caro.
—Y aquí tenéis comida y bebida, sed libres de coger lo que queráis. ¡Que no se diga que en este palacio se trata mal a los ninjas del Señor Feudal! —rio Yamauchi abriendo la nevera. Había frutas, algo de carne y comida precocinada varia. La mujer cerró la nevera y se dirigió a la entrada—. Os dejo por hoy. Si tenéis alguna pregunta más...
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