25/08/2019, 16:41
(Última modificación: 25/08/2019, 16:42 por Aotsuki Ayame.)
—¡Pues claro que no nos vamos a rendir, pedazo de cocohueco! ¡Me refería precisamente a eso, a que bajes o algo! ¡Yo no puedo controlar a tu águila!
—¡Me cago en la hostia, como no te calles te juro que te tiro al mar, pastelera! —rugió Zetsuo, echando la cabeza hacia atrás lo justo para que le escuchara.
Pero el águila descendió, atravesaron una densa capa de nubes y entonces vieron una diminuta isla con forma de cacahuete con apenas unas pocas palmeras y a la que el mar amenazaba con asfixiar bajo su yugo. Estuvieron a punto de pasar de largo cuando los ojos de Zetsuo detectaron algo, una extraña y pequeña silueta que trataba inútilmente de refugiarse junto a un pedrusco.
—¡Baja! ¡Baja más!
Pero las alas de las águilas no están hechas para maniobrar contra el viento. Como dos enormes parasoles, el viento no hacía más que empujar el cuerpo del descomunal ave, empujándolo y alejándolo de tierra firme. De hecho, era un auténtico milagro que hubieran llegado hasta allí.
—¡N... No puedo, Zetsuo-san! —chilló el águila, batiendo con energía.
—¡Joder! ¡Tenemos que bajar! ¡Puede que sean ellos!
Daruu gritó de repente, levantándose de repente a todo correr. Ayame agitó los brazos en un vano intento por recuperar su improvisado paraguas, pero el viento se lo arrancó de las manos y se lo llevó al interior del mar, donde las olas lo engulleron sin piedad.
—¡¿Qué ocurre?!
—¡A... aaaaaaah! ¡Un pájaro gigante, un pájaro gigante! Esto es un sueño, esto es un sueño, esto es un sueño... —clamaba, dándose cabezazos contra la roca.
Ayame, que había hecho el amago de ir a detenerlo, se paró a mitad de camino cuando escuchó su frase completa.
—¿Un... pájaro... gigante? —repitió, con el corazón en un puño. La llama de la esperanza invadió su pecho y la chiquilla se volvió en todas las direcciones, buscando con la mirada cualquier rastro de lo que acababa de decir Daruu. Y no tardó en encontrarla, allí suspendida en lo alto un águila gigante luchaba contra los bandazos de aire que amenazaban con derribarla en cualquier momento.
—¡¡PAPÁ!! ¡¡PAPÁ AQUÍ!! ¡¡¡PAPAAAAAAAAAAAA!!! —gritaba, sacudiendo los bracitos en el aire en un vano intento por hacerse notar.
—¡Me cago en la hostia, como no te calles te juro que te tiro al mar, pastelera! —rugió Zetsuo, echando la cabeza hacia atrás lo justo para que le escuchara.
Pero el águila descendió, atravesaron una densa capa de nubes y entonces vieron una diminuta isla con forma de cacahuete con apenas unas pocas palmeras y a la que el mar amenazaba con asfixiar bajo su yugo. Estuvieron a punto de pasar de largo cuando los ojos de Zetsuo detectaron algo, una extraña y pequeña silueta que trataba inútilmente de refugiarse junto a un pedrusco.
—¡Baja! ¡Baja más!
Pero las alas de las águilas no están hechas para maniobrar contra el viento. Como dos enormes parasoles, el viento no hacía más que empujar el cuerpo del descomunal ave, empujándolo y alejándolo de tierra firme. De hecho, era un auténtico milagro que hubieran llegado hasta allí.
—¡N... No puedo, Zetsuo-san! —chilló el águila, batiendo con energía.
—¡Joder! ¡Tenemos que bajar! ¡Puede que sean ellos!
. . .
Daruu gritó de repente, levantándose de repente a todo correr. Ayame agitó los brazos en un vano intento por recuperar su improvisado paraguas, pero el viento se lo arrancó de las manos y se lo llevó al interior del mar, donde las olas lo engulleron sin piedad.
—¡¿Qué ocurre?!
—¡A... aaaaaaah! ¡Un pájaro gigante, un pájaro gigante! Esto es un sueño, esto es un sueño, esto es un sueño... —clamaba, dándose cabezazos contra la roca.
Ayame, que había hecho el amago de ir a detenerlo, se paró a mitad de camino cuando escuchó su frase completa.
—¿Un... pájaro... gigante? —repitió, con el corazón en un puño. La llama de la esperanza invadió su pecho y la chiquilla se volvió en todas las direcciones, buscando con la mirada cualquier rastro de lo que acababa de decir Daruu. Y no tardó en encontrarla, allí suspendida en lo alto un águila gigante luchaba contra los bandazos de aire que amenazaban con derribarla en cualquier momento.
—¡¡PAPÁ!! ¡¡PAPÁ AQUÍ!! ¡¡¡PAPAAAAAAAAAAAA!!! —gritaba, sacudiendo los bracitos en el aire en un vano intento por hacerse notar.