25/08/2019, 16:58
Los gritos de Ayame hizo que Daruu dejara de golpearse. La miró con una ceja levantada (y con la frente roja), anodadado. «¿Pero qué está haciendo? ¿Cree que su padre es ese pájaro? ¡Ay, no, el hambre, la sed! ¡Pobrecilla, está delirando!»
Daruu estiró tímidamente de su camiseta.
—Ayame, no es tu padre... ¡nos va a comer! ¡Ayame!
Y entonces, vio dos bultos negros cayendo del pájaro...
—¡Bueno, bueno, no te preocupes! —contestó Kiroe al ave—. ¡Zetsuo, ha llegado la hora de ser valientes! ¡Hay que actuar!
Actuar. Valiente palabra para decir en medio de una tormenta, ¿eh? Bueno, Kiroe era así. Solía tomar decisiones impulsivas cuando había que tomarlas. Quizás sorprendiera a Zetsuo. Porque también era buena en arrastrar a los demás consigo.
La mujer abrazó a Zetsuo por la cintura.
—¡A VOLAAAAR! —Kiroe se deslizó y se dejó caer de lomos del animal, descendiendo a toda velocidad tragando agua y sintiendo el golpe del viento—. ¡¡Wiiiiiiiiiiiiiii!!
Cualquiera habría dicho que la situación no era propicia para decir wiiii.
La arena estaba cada vez más cerca. Los gritos de Ayame y Daruu se intensificaron a medida que sus queridos padres caían sin remedio hacia una muerte segura. Pero en el último momento, Kiroe formuló unos sellos tras la espalda de Zetsuo y escupió una masa de agua caramelizada de color morado que se pegó a la arena formando una burbuja que hizo de colchoneta. ¡Boing! Los adultos rebotaron y se precipitaron sobre la isla rodando por la arena.
Kiroe se levantó con una sonrisa sacudiéndose la ropa.
—¡Misión cumplida!
—¡Mamá, mamá! —Daruu corrió al encuentro de su madre saltando por encima del cuerpo de Zetsuo y se abrazó a ella—. ¡Estaba en la playa, y vino una ola muy grande, y cuando desperté...!
—Ea, ea, hijo, ya pasó... —Kiroe acarició la cabeza de su hijo con delicadeza.
—¡Esto ha pasado por no dejarme leer mi libro tranquilamen...!
¡PLACA!
Toma capón.
Daruu estiró tímidamente de su camiseta.
—Ayame, no es tu padre... ¡nos va a comer! ¡Ayame!
Y entonces, vio dos bultos negros cayendo del pájaro...
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—¡Bueno, bueno, no te preocupes! —contestó Kiroe al ave—. ¡Zetsuo, ha llegado la hora de ser valientes! ¡Hay que actuar!
Actuar. Valiente palabra para decir en medio de una tormenta, ¿eh? Bueno, Kiroe era así. Solía tomar decisiones impulsivas cuando había que tomarlas. Quizás sorprendiera a Zetsuo. Porque también era buena en arrastrar a los demás consigo.
La mujer abrazó a Zetsuo por la cintura.
—¡A VOLAAAAR! —Kiroe se deslizó y se dejó caer de lomos del animal, descendiendo a toda velocidad tragando agua y sintiendo el golpe del viento—. ¡¡Wiiiiiiiiiiiiiii!!
Cualquiera habría dicho que la situación no era propicia para decir wiiii.
La arena estaba cada vez más cerca. Los gritos de Ayame y Daruu se intensificaron a medida que sus queridos padres caían sin remedio hacia una muerte segura. Pero en el último momento, Kiroe formuló unos sellos tras la espalda de Zetsuo y escupió una masa de agua caramelizada de color morado que se pegó a la arena formando una burbuja que hizo de colchoneta. ¡Boing! Los adultos rebotaron y se precipitaron sobre la isla rodando por la arena.
Kiroe se levantó con una sonrisa sacudiéndose la ropa.
—¡Misión cumplida!
—¡Mamá, mamá! —Daruu corrió al encuentro de su madre saltando por encima del cuerpo de Zetsuo y se abrazó a ella—. ¡Estaba en la playa, y vino una ola muy grande, y cuando desperté...!
—Ea, ea, hijo, ya pasó... —Kiroe acarició la cabeza de su hijo con delicadeza.
—¡Esto ha pasado por no dejarme leer mi libro tranquilamen...!
¡PLACA!
Toma capón.