27/08/2019, 00:38
(Última modificación: 27/08/2019, 00:39 por Aotsuki Ayame.)
—¡Bueno, bueno, no te preocupes! —replicó Kiroe—. ¡Zetsuo, ha llegado la hora de ser valientes! ¡Hay que actuar!
—¿¡Qué!? ¡¿Pero qué estás...!? —exclamó el médico, pero se vio interrumpido cuando Kiroe le abrazó por la cintura y le derribó del ave.
—¡A VOLAAAAR!
—¡¡¡PASTELERAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
—¡¡Wiiiiiiiiiiiiiii!!
Los dos adultos cayeron como dos misiles cortando el aire. La arena se acercaba peligrosamente, y Zetsuo sabía bien que, por muy blando que pudiera ser un colchón de arena, una caída así desde tanta altura resultaría como estrellarse a toda velocidad contra un muro de cemento. En los últimos segundos, Kiroe exhaló un chorro de líquido desde sus labios que formó una densa colchoneta por debajo de ellos y les sirvió como un colchón en el que rebotaron con dulce suavidad.
—Maldita... pastelera... Te voy a... —resolló Zetsuo, con el corazón desbocado por el susto.
—¡¡Papaaaaaaaaaa!!
La diminuta figura de Ayame se arrojó a sus brazos, interrumpiendo sus maldiciones y reniegos. La pequeña lloraba desconsolada y aterrorizada.
—¡¿Pero cómo cojones habéis llegado aquí? —exclamó, pero la niña, como una lapa, se negaba a separarse de él—. ¡Ya hablaremos luego, ahora tenemos que buscar la manera de salir de aquí sin ahogarnos!
Y es que por aire, como habían llegado, no iba a poder ser. Su águila no podía remontar aquellls vientos, ni podría cargar con el peso de los cuatro, y además... Había desaparecido justo después de lanzarse de su lomo.
—¿¡Qué!? ¡¿Pero qué estás...!? —exclamó el médico, pero se vio interrumpido cuando Kiroe le abrazó por la cintura y le derribó del ave.
—¡A VOLAAAAR!
—¡¡¡PASTELERAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
—¡¡Wiiiiiiiiiiiiiii!!
Los dos adultos cayeron como dos misiles cortando el aire. La arena se acercaba peligrosamente, y Zetsuo sabía bien que, por muy blando que pudiera ser un colchón de arena, una caída así desde tanta altura resultaría como estrellarse a toda velocidad contra un muro de cemento. En los últimos segundos, Kiroe exhaló un chorro de líquido desde sus labios que formó una densa colchoneta por debajo de ellos y les sirvió como un colchón en el que rebotaron con dulce suavidad.
—Maldita... pastelera... Te voy a... —resolló Zetsuo, con el corazón desbocado por el susto.
—¡¡Papaaaaaaaaaa!!
La diminuta figura de Ayame se arrojó a sus brazos, interrumpiendo sus maldiciones y reniegos. La pequeña lloraba desconsolada y aterrorizada.
—¡¿Pero cómo cojones habéis llegado aquí? —exclamó, pero la niña, como una lapa, se negaba a separarse de él—. ¡Ya hablaremos luego, ahora tenemos que buscar la manera de salir de aquí sin ahogarnos!
Y es que por aire, como habían llegado, no iba a poder ser. Su águila no podía remontar aquellls vientos, ni podría cargar con el peso de los cuatro, y además... Había desaparecido justo después de lanzarse de su lomo.