28/08/2019, 23:10
(Última modificación: 28/08/2019, 23:11 por Aotsuki Ayame.)
Amenokami... No, Raijin, decidió al fin darles una tregua, rendido de tener a sus dos tiernas presas. La tormenta amainó poco a poco, hasta el punto que la lluvia era tan fina que Daruu se atrevió a asomar la cabeza al exterior.
—Apenas llueve ya —informó el chiquillo.
—¡Perfecto, al fin! —exclamó Kiroe, mientras se revolvía el cabello y exhalaba un bostezo cargado de hastío—. Zetsuo, ¿crees que podrías invocar un par de águilas ahora?
El médico se volvió hacia ella, con una ceja alzada.
—Una. Y no va a poder con el peso de los cuatro —informó, reincorporándose. Ayame seguía aferrada a su pierna como un koala a su eucalipto.
El médico salió de la cueva y echó un vistazo a su alrededor. La lluvia ya no era más que una leve caricia en la piel y el mar se había calmado considerablemente.
—Quizás podríamos llegar a la orilla andando.
—¡No quiero volver al mar! —gimoteó la pequeña Ayame, aterrorizada.
—Desde luego... menuda Hozuki estás hecha, niña.
—Apenas llueve ya —informó el chiquillo.
—¡Perfecto, al fin! —exclamó Kiroe, mientras se revolvía el cabello y exhalaba un bostezo cargado de hastío—. Zetsuo, ¿crees que podrías invocar un par de águilas ahora?
El médico se volvió hacia ella, con una ceja alzada.
—Una. Y no va a poder con el peso de los cuatro —informó, reincorporándose. Ayame seguía aferrada a su pierna como un koala a su eucalipto.
El médico salió de la cueva y echó un vistazo a su alrededor. La lluvia ya no era más que una leve caricia en la piel y el mar se había calmado considerablemente.
—Quizás podríamos llegar a la orilla andando.
—¡No quiero volver al mar! —gimoteó la pequeña Ayame, aterrorizada.
—Desde luego... menuda Hozuki estás hecha, niña.