30/08/2019, 23:19
Nunca antes había Ranko hecho una parada en el País de la Tierra, así que eligió un reto: conquistar la bulliciosa ciudad de Notsuba. Y por conquistar se refería a sobrevivir sin un ataque de pánico. Y por la bulliciosa ciudad se refería a el área que rodea a Notsuba, pues en el último momento decidió comenzar ligero
En los niveles antes de llegar a la ciudad en sí se cruzan varios caminos, tanto hacia Notsuba como hacia otros destinos. Algunas personas han aprovechado para sacar alguna monedita de los viajeros, y han instalado puestos de comida y alguna otra cosa. Aunque el bullicio es mucho más reducido que dentro de la ciudad, los vendedores siguen siendo tan insistentes como en la urbe del risco. Además, la vista no era tan impresionante desde abajo, pero los árboles daban un cobijo más fresco que la madera curada y el concreto de Notsuba.
A pesar de que meses atrás podía pasar prácticamente desapercibida, ahora alguno que otro curioso en el camino volteaba a verla. Principalmente era su altura la que llamaba la atención de los transeúntes. Ranko se preguntó por qué. Era como si su carisma hubiese aumentado en ciento cincuenta por ciento, tal vez gracias al entrenamiento y a la convicción que había ganado de sus amigos. Aunque se sentía más cómoda cuando era ignorada casi por completo, aceptaba la atención, de cierta manera, pues era uno de los obstáculos a superar en su camino de volverse una kunoichi legendaria. La Princesa Conejo.
Los pasos de la chica eran un temerosos de arribar a la ciudad, quedos contra la tierra pero no se detenían. Sin embargo, lo que la detuvo, como en otras ocasiones, fue su estómago.
Dio con una fila de locales para comer, separada de una amplia terraza de tierra con bancas de concreto por el camino de piedra. Los venteros se acercaban a los transeúntes para atraerlo a sus puestos, aunque dejaban en paz a aquellos que estaban en la terraza.
Ranko se detuvo, con un dedo en el mentón, leyendo los letreros de un par de locales. La Kusajin vestía sus típicos pantalones negros de artes marciales, y portaba una blusa rosa con figuras ornamentales de flor de loto, de estilo típico, con mangas muy cortas y con unos botones de madera sobre la clavícula derecha. No llevaba obi puesto, así que su equipo ninja estaba ligeramente cubierto por su blusa, excepto su wakizashi, por su puesto. Su gran mochila con broches de la familia Sagisō la acompañaba a su espalda, como en todo viaje.
—Mmm… ¿Qué se me antoja? —susurró. O al menos intentó susurrar, pues uno de los venteros la escuchó.
—¡Oiga, amiga! ¡Yo sé qué se le antoja! ¡Unos buenos bollos al vapor! ¡Cualquier relleno que usted imagine, nosotros lo tenemos! ¡Pase!
—Oh… Ahm… s-suena b-
—Pero cielo, tú te ves más como una niña sedienta —una señora bajita y un tanto rechonchita salió del local de al lado —. ¡Se ve que has viajado mucho! ¿Por qué no vienes acá por una refrescante bebida fría? ¡Tenemos desde tés hasta jugos helados!
—Eh… Bueno, t-tal…
—No, no, no, ¿Cómo crees? Necesita energía para recuperarse. ¡Con un bollo relleno estará al cien en un santiamén! —El hombre habló entonces con los dientes apretados mientras fulminaba a la mujer con la mirada.
—Ehm… Y-
—¡Oh, tonterías! ¡Con una malteada con fruta le bastará para recargar baterías! —Aunque sus palabras no eran groseras, parecía que quería matar a su vecino vendedor.
La batalla espiritual de ambos locatarios hizo mella en la resolución de Ranko, quien quedó paralizada entre ellos. ¿Cómo decidir entre dos personas desconocidas que intentaban convencerla de cosas opuestas? La presión (pues ella la consideraba presión) no la dejaba siquiera pensar bien.
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