31/08/2019, 13:22
Tal era su desesperación, que Daruu prácticamente se tiró desde el águila en su anhelo por tocar tierra firme de nuevo.
—Ha sido horrible, ha sido horrible, ha sido horrible —susurraba para sí, abrazándose a sí mismo.
Ayame le observaba desde la distancia, sin atreverse a acercarse más. Pero entonces...
— ¿Eh? K... ¡Kōri-san! ¡Ayame, tu hermano!
Ayame se volvió hacia Daruu al escucharlo. Cerca de él, la figura inmaculadamente blanca de Kōri, pero ahora inusualmente enrojecida, estaba tirada de cualquier manera en la arena. La chiquilla se acercó entre largas zancadas y se acuclilló junto a Daruu.
—¿Hermano? ¿Pero qué haces durmiendo aquí? ¡Te vas a quemar!
Kōri abrió de repente los ojos y se incorporó de golpe, sin el más mínimo ápice de emoción en su rostro. Ni siquiera en aquellos ojos gélidos que contemplaban a los dos muchachos sin saber lo que estaba ocurriendo. Con un gesto lánguido, alzó una mano y se quitó un trozo de alga verdosa que se le había quedado enganchada en el pelo.
—Oh, vaya. He vuelto.
Allá fuera, en el interior del mar, Zetsuo y Kiroe aún aguardaban el regreso de Ramu. Este no tardó en producirse, y los dos adultos se subieron enseguida a su lomo.
—¿Están los niños bien?
—El polluelo se ha asustado un poco con el vuelo —Ramu soltó una risilla—. Pero los dos están sanos y salvos, de regreso en la isla.
—Eh, Zetsuo, ¿quién crees que de los dos ganaría en una pelea? —canturreó Kiroe tras su espalda—. Mi Daruu le daría una paliza a tu Ayame cuando quieras.
El médico apretó las mandíbulas, irritado. Si hubiese sido él el que hubiese ido detrás en el águila, Kiroe ya estaría cayendo de cabeza hacia el mar.
—Eso ya lo veremos —se limitó a gruñir.
—Ha sido horrible, ha sido horrible, ha sido horrible —susurraba para sí, abrazándose a sí mismo.
Ayame le observaba desde la distancia, sin atreverse a acercarse más. Pero entonces...
— ¿Eh? K... ¡Kōri-san! ¡Ayame, tu hermano!
Ayame se volvió hacia Daruu al escucharlo. Cerca de él, la figura inmaculadamente blanca de Kōri, pero ahora inusualmente enrojecida, estaba tirada de cualquier manera en la arena. La chiquilla se acercó entre largas zancadas y se acuclilló junto a Daruu.
—¿Hermano? ¿Pero qué haces durmiendo aquí? ¡Te vas a quemar!
Kōri abrió de repente los ojos y se incorporó de golpe, sin el más mínimo ápice de emoción en su rostro. Ni siquiera en aquellos ojos gélidos que contemplaban a los dos muchachos sin saber lo que estaba ocurriendo. Con un gesto lánguido, alzó una mano y se quitó un trozo de alga verdosa que se le había quedado enganchada en el pelo.
—Oh, vaya. He vuelto.
. . .
Allá fuera, en el interior del mar, Zetsuo y Kiroe aún aguardaban el regreso de Ramu. Este no tardó en producirse, y los dos adultos se subieron enseguida a su lomo.
—¿Están los niños bien?
—El polluelo se ha asustado un poco con el vuelo —Ramu soltó una risilla—. Pero los dos están sanos y salvos, de regreso en la isla.
—Eh, Zetsuo, ¿quién crees que de los dos ganaría en una pelea? —canturreó Kiroe tras su espalda—. Mi Daruu le daría una paliza a tu Ayame cuando quieras.
El médico apretó las mandíbulas, irritado. Si hubiese sido él el que hubiese ido detrás en el águila, Kiroe ya estaría cayendo de cabeza hacia el mar.
—Eso ya lo veremos —se limitó a gruñir.