31/08/2019, 14:00
Ramu sintió un fuerte tirón en las patas que le hizo agitar las alas con fuerza para no caer ella misma al océano. Extrañado y con el viento sacudiendo sus cabellos, Zetsuo se asomó por uno de sus costados, y la vena de su frente palpitó con mayor fuerza si cabía.
—¡Que te follen, Zetsuo! —gritaba Kiroe, agarrada a las patas del águila con unos extraños apéndices de color morado que salían de sus propios brazos.
El médico ni siquiera respondió a la provocación. Acumulando chakra en una de sus piernas y uno de sus brazos para mantenerse agarrado al cuerpo del animal, se descolgó hasta quedar a la altura de sus patas. Un resplandor azulado iluminó la mano libre de Zetsuo, y la convirtió en un preciso bisturí que agitó contra la masa viscosa que unía a Kiroe con su animal en pos de cortarlo.
—¡Que te follen, Zetsuo! —gritaba Kiroe, agarrada a las patas del águila con unos extraños apéndices de color morado que salían de sus propios brazos.
El médico ni siquiera respondió a la provocación. Acumulando chakra en una de sus piernas y uno de sus brazos para mantenerse agarrado al cuerpo del animal, se descolgó hasta quedar a la altura de sus patas. Un resplandor azulado iluminó la mano libre de Zetsuo, y la convirtió en un preciso bisturí que agitó contra la masa viscosa que unía a Kiroe con su animal en pos de cortarlo.