21/11/2015, 00:49
Al fin. La chica se iba. Había costado, eso sí. Había tenido que sacar su parte más borde y arisca de su personalidad, y su parte más gilipollas, porque no decirlo. Vio como la chica le daba la espalda y entonces ocurrió algo que no estaba previsto. De pronto, sintió una leve presión en el pecho.
Datsue arrugó el ceño. ¿Acaso aquella sensación era lo que llamaban culpabilidad? ¿O más bien remordimientos? Miró de nuevo hacia el árbol y las arrugas de la madera parecieron formar un rostro. Un rostro cuya expresión era de clara recriminación.
—¿Qué? —murmuró, crispado—. No me mires así. Te pedí una señal, no una chica loca…
Las líneas que formaban el rostro en el tronco siguieron mirándole con los mismos ojos reprobatorios. Datsue echó un paso atrás y exhaló un suspiro. Sí, quizá se había pasado un poquito. Y, ahora que lo pensaba, quizá ella fuese la señal que había estado pidiendo… ¿Pero para qué?
De pronto en su mente sonó un chasquido y las piezas encajaron. Había sido un necio: necesitaba a esa chica.
—¡Espera! —exclamó, trotando hacia la joven antes de que desapareciese entre las raíces. Entonces se colocó a un par de metros—. Oye, puede que me haya pasado un poco... Me has pillado en un mal momento.
Datsue esbozó una tímida sonrisa y se rascó la nuca. Esperaba que aquello sirviese como disculpa, porque pedir perdón no se le daba nada bien.
—Responderé a tu pregunta, si todavía quieres —añadió—. Te contaré un secreto sobre el Árbol Sagrado que muy pocos de esta aldea conocen.
Datsue arrugó el ceño. ¿Acaso aquella sensación era lo que llamaban culpabilidad? ¿O más bien remordimientos? Miró de nuevo hacia el árbol y las arrugas de la madera parecieron formar un rostro. Un rostro cuya expresión era de clara recriminación.
—¿Qué? —murmuró, crispado—. No me mires así. Te pedí una señal, no una chica loca…
Las líneas que formaban el rostro en el tronco siguieron mirándole con los mismos ojos reprobatorios. Datsue echó un paso atrás y exhaló un suspiro. Sí, quizá se había pasado un poquito. Y, ahora que lo pensaba, quizá ella fuese la señal que había estado pidiendo… ¿Pero para qué?
De pronto en su mente sonó un chasquido y las piezas encajaron. Había sido un necio: necesitaba a esa chica.
—¡Espera! —exclamó, trotando hacia la joven antes de que desapareciese entre las raíces. Entonces se colocó a un par de metros—. Oye, puede que me haya pasado un poco... Me has pillado en un mal momento.
Datsue esbozó una tímida sonrisa y se rascó la nuca. Esperaba que aquello sirviese como disculpa, porque pedir perdón no se le daba nada bien.
—Responderé a tu pregunta, si todavía quieres —añadió—. Te contaré un secreto sobre el Árbol Sagrado que muy pocos de esta aldea conocen.