3/09/2019, 19:37
(Última modificación: 4/09/2019, 10:36 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
«¡Arrea!» Si algo no habría esperado nunca Hidamaru de su recién conocido compañero de misión, eso era que sacara aquel billetaco y sufragara los costes del alojamiento de esa noche para el trío de Ame. No por nada, sino porque esos gastos estaban cubiertos por la gerencia de la Villa, y serían desembolsados a Mogura cuando terminase la misión. Aun así, Hidamaru apreció en ese gesto un intento de tender puentes, de hacer pelillos a la mar, de borrón y cuenta nueva... De modo que respondió con otra sonrisa y un agradecimiento, mientras terminaba de rellenar su propia hoja de datos personales.
—Gracias, Manase-san.
Al poco apareció Yuuki, y allí adentro —a salvo del frío y las inclemencias del tiempo que, incluso en Verano, eran propensas a azotar aquellas tierras— se colocó junto a Mogura para rellenar su propio formulario. Si el chuunin sentía la tentación de espiar por el rabillo del ojo lo que estaba escribiendo la cochera, averiguaría algunos datos realmente interesantes —esto es, para cualquier vieja chismosa—. Pero, ¿se arriesgaría a ser cazado y al daño que quedar como un metiche haría a su imagen pública?
Sea como fuere, el recepcionista quedó más que satisfecho de aceptar el pago único de Mogura, devolviéndole el cambio justo para quedarse con un total de doscientos setenta ryos por las tres habitaciones. Luego le dio a cada uno su respectiva llave, les indicó que las estancias se ubicaban en el pasillo Este, números siete, ocho y nueve respectivamente, y les deseó una feliz estancia.
—Uf, estoy molido. Ir en carruaje es más cansado de lo que parece —terció Hidamaru, petate al hombro, mientras caminaban hacia sus habitaciones.
Yuuki le lanzó una mirada fulminante.
—Oh, vaya, siento que mi carruaje no haya sido de su agrado, Kaguya-dono —acompañó la fingida disculpa con una ridícula reverencia y una buena dosis de retranca—. ¡Para el viaje de vuelta me aseguraré de que vayas en el banco del conductor, verás qué bien!
El aludido no tardó en soltar una risilla nerviosa y tratar de cambiar de tema, consciente de que su imprudente lengua acababa de jugarle otra mala pasada. ¿Es que aquel muchacho nunca daba una a derechas?
—Bueno, ejem, ¿qué os parece si nos vemos en el comedor para cenar en media hora? No voy a deshacer el petate, pero sí quiero darme una ducha primero.
La cochera asintió, conforme.
—Gracias, Manase-san.
Al poco apareció Yuuki, y allí adentro —a salvo del frío y las inclemencias del tiempo que, incluso en Verano, eran propensas a azotar aquellas tierras— se colocó junto a Mogura para rellenar su propio formulario. Si el chuunin sentía la tentación de espiar por el rabillo del ojo lo que estaba escribiendo la cochera, averiguaría algunos datos realmente interesantes —esto es, para cualquier vieja chismosa—. Pero, ¿se arriesgaría a ser cazado y al daño que quedar como un metiche haría a su imagen pública?
Sea como fuere, el recepcionista quedó más que satisfecho de aceptar el pago único de Mogura, devolviéndole el cambio justo para quedarse con un total de doscientos setenta ryos por las tres habitaciones. Luego le dio a cada uno su respectiva llave, les indicó que las estancias se ubicaban en el pasillo Este, números siete, ocho y nueve respectivamente, y les deseó una feliz estancia.
—Uf, estoy molido. Ir en carruaje es más cansado de lo que parece —terció Hidamaru, petate al hombro, mientras caminaban hacia sus habitaciones.
Yuuki le lanzó una mirada fulminante.
—Oh, vaya, siento que mi carruaje no haya sido de su agrado, Kaguya-dono —acompañó la fingida disculpa con una ridícula reverencia y una buena dosis de retranca—. ¡Para el viaje de vuelta me aseguraré de que vayas en el banco del conductor, verás qué bien!
El aludido no tardó en soltar una risilla nerviosa y tratar de cambiar de tema, consciente de que su imprudente lengua acababa de jugarle otra mala pasada. ¿Es que aquel muchacho nunca daba una a derechas?
—Bueno, ejem, ¿qué os parece si nos vemos en el comedor para cenar en media hora? No voy a deshacer el petate, pero sí quiero darme una ducha primero.
La cochera asintió, conforme.