5/09/2019, 21:11
Tanto los vendedores como la kunoichi se quedaron sin habla por un momento. Aunque la mayoría del discurso del joven era entendible, la jerga que usaba era desconocida para los presentes. Dos cosas quedaron claras: el joven buscaba a un tal Asuko Yamato, y al parecer estaba muy molesto.
—Aaaahm…. Sí. Claro. Ehm… me parece que viveee… —El hombre se rascó la quijada, no se sabía si estaba recordando o inventando. Luego señaló al camino, rumbo a Notsuba —. Por allá. Creo que está… está después de la segunda intersección a partir de aquí. Síp. ¡Ahora venga, joven, que los bollos más deliciosos le esperan!
—¡No le hagas caso! ¡Claramente no sabe dónde vive! Yo soy una vendedora honesta, no una vil mentirosa —En ese momento fulminó con la mirada al hombre —. ¡Sólo le diré que uno piensa mejor con un té relajante en la panza!
La confusión sobre el vocabulario del joven parecía haber quedado atrás, y Ranko estaba a punto de hablar y, al fin, pedir una cosa a cada quien. Sin embargo, el chico le gritó, apuntándole con el dedo. Ranko dio un paso atrás, encogiéndose, como si la culparan de todo el mal del mundo. Contrajo los brazos contra el torso y parpadeó varias veces. Lo curioso es que, de haber sido una amenaza directa o un ataque, la chica habría reaccionado con la cabeza fría y habría podido contraatacar. Pero como era un regaño por parte de un desconocido, la mente se le puso en blanco.
—Ah… Aah… Y-yo… Y-y-yo…
"¿Por qué me grita? ¿Qué es un boludo? ¿Qué es una poronga? ¡Con ese tono no está siendo muy educado que digamos! ¡Para nada! ¡Y debes de decírselo! ¡Díselo, Ranko!"
—Y-yo no… Yo n-no… N-no s-soy… —Pero su voz disminuyó hasta desvanecerse. Su mirada cayó hasta la senda, como si viese despedirse a su valor.
Los vendedores claro que sabían que la chica de la trenza no vendía nada, pero estaban más interesados en vender sus productos que en defender a la chica.
—Aaaahm…. Sí. Claro. Ehm… me parece que viveee… —El hombre se rascó la quijada, no se sabía si estaba recordando o inventando. Luego señaló al camino, rumbo a Notsuba —. Por allá. Creo que está… está después de la segunda intersección a partir de aquí. Síp. ¡Ahora venga, joven, que los bollos más deliciosos le esperan!
—¡No le hagas caso! ¡Claramente no sabe dónde vive! Yo soy una vendedora honesta, no una vil mentirosa —En ese momento fulminó con la mirada al hombre —. ¡Sólo le diré que uno piensa mejor con un té relajante en la panza!
La confusión sobre el vocabulario del joven parecía haber quedado atrás, y Ranko estaba a punto de hablar y, al fin, pedir una cosa a cada quien. Sin embargo, el chico le gritó, apuntándole con el dedo. Ranko dio un paso atrás, encogiéndose, como si la culparan de todo el mal del mundo. Contrajo los brazos contra el torso y parpadeó varias veces. Lo curioso es que, de haber sido una amenaza directa o un ataque, la chica habría reaccionado con la cabeza fría y habría podido contraatacar. Pero como era un regaño por parte de un desconocido, la mente se le puso en blanco.
—Ah… Aah… Y-yo… Y-y-yo…
"¿Por qué me grita? ¿Qué es un boludo? ¿Qué es una poronga? ¡Con ese tono no está siendo muy educado que digamos! ¡Para nada! ¡Y debes de decírselo! ¡Díselo, Ranko!"
—Y-yo no… Yo n-no… N-no s-soy… —Pero su voz disminuyó hasta desvanecerse. Su mirada cayó hasta la senda, como si viese despedirse a su valor.
Los vendedores claro que sabían que la chica de la trenza no vendía nada, pero estaban más interesados en vender sus productos que en defender a la chica.
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