22/11/2015, 17:25
La joven kunoichi parecía seguir ofendida, cosa que no era de extrañar, pero probablemente la curiosidad que sentía por el secreto que decía tener Datsue sobre el Árbol Sagrado la hizo quedarse. El Uchiha había dado con las palabras adecuadas.
—El Árbol Sagrado tiene un poder —empezó diciendo—. Un poder que pocos conocen.
Justo en ese momento, una ráfaga de viento empujó hacia adelante el pelo de la kunoichi y sacudió las ropas de Datsue. El Uchiha se pasó la lengua por el labio superior y continuó:
—Esta historia empieza en mi nacimiento. Por difícil que resulte de creer —“teniendo en cuenta que ahora mi piel es como el acero y mis huesos como la roca más dura” —, yo nací enfermo. Mis piernas tenían unas tibias tan delgadas que parecían de gelatina, y mis huesos eran tan frágiles que con cualquier movimiento podían romperse. Es más, sufría fracturas por el simple hecho de crecer. Me pasé dos años así, sin apenas poder dormir por el dolor constante. Mis padres pensaban que iba a morir —Datsue realizó una breve pausa dramática—. Y entonces me trajeron aquí —dijo, desviando la vista hacia el tronco—. Me dejaron junto al Árbol Sagrado durante una noche entera… —Datsue se miró las manos y arrugó el ceño—. No recuerdo qué pasó esa noche. A veces sueño con ello, me aparecen imágenes… Pero al despertar se me olvida casi todo.
Datsue cambió el peso de una pierna a otra. Era la primera vez que le contaba su pasado a un extraño. Pero necesitaba hacerlo. Necesitaba ganarse su confianza para lo que le iba a pedir. Alzó la mirada y la miró a los ojos.
—Lo que sí sé es que al día siguiente, yo estaba curado. El árbol me había curado.
“Y me brindó una fortaleza física fuera de lo normal, pero eso no tienes porqué saberlo… todavía”
Datsue colocó las manos sobre la nuca y entrelazó los dedos, en una pose relajada.
—Así que, básicamente, cuando me interrumpiste le estaba preguntando al Árbol Sagrado la razón por la que me había salvado. Quería saber si esperaba de mí algo a cambio, alguna tarea o propósito y, que si era así, que me mandase alguna señal para poder saberlo.
—El Árbol Sagrado tiene un poder —empezó diciendo—. Un poder que pocos conocen.
Justo en ese momento, una ráfaga de viento empujó hacia adelante el pelo de la kunoichi y sacudió las ropas de Datsue. El Uchiha se pasó la lengua por el labio superior y continuó:
—Esta historia empieza en mi nacimiento. Por difícil que resulte de creer —“teniendo en cuenta que ahora mi piel es como el acero y mis huesos como la roca más dura” —, yo nací enfermo. Mis piernas tenían unas tibias tan delgadas que parecían de gelatina, y mis huesos eran tan frágiles que con cualquier movimiento podían romperse. Es más, sufría fracturas por el simple hecho de crecer. Me pasé dos años así, sin apenas poder dormir por el dolor constante. Mis padres pensaban que iba a morir —Datsue realizó una breve pausa dramática—. Y entonces me trajeron aquí —dijo, desviando la vista hacia el tronco—. Me dejaron junto al Árbol Sagrado durante una noche entera… —Datsue se miró las manos y arrugó el ceño—. No recuerdo qué pasó esa noche. A veces sueño con ello, me aparecen imágenes… Pero al despertar se me olvida casi todo.
Datsue cambió el peso de una pierna a otra. Era la primera vez que le contaba su pasado a un extraño. Pero necesitaba hacerlo. Necesitaba ganarse su confianza para lo que le iba a pedir. Alzó la mirada y la miró a los ojos.
—Lo que sí sé es que al día siguiente, yo estaba curado. El árbol me había curado.
“Y me brindó una fortaleza física fuera de lo normal, pero eso no tienes porqué saberlo… todavía”
Datsue colocó las manos sobre la nuca y entrelazó los dedos, en una pose relajada.
—Así que, básicamente, cuando me interrumpiste le estaba preguntando al Árbol Sagrado la razón por la que me había salvado. Quería saber si esperaba de mí algo a cambio, alguna tarea o propósito y, que si era así, que me mandase alguna señal para poder saberlo.