7/09/2019, 17:49
Vaya. Quién diría que un tiburón le tendría miedo a una orca. Bueno, la cosa es que Kaido seguía siendo un humano, ingenuo y desconocedor de los entresijos del mar, de sus bestias, y de sus rivalidades. Que fuera incapaz de prever las guerras que se avecinaban después de la caída del antiguo rey era prueba fidedigna de ello.
Pero allí estaba, como un cabo recién enlistado en el ejército de una raza a la que había decidido seguir ciegamente hasta las profundidades del océano. Arrojarse de cabeza a las oscuras aguas oonindo había sido quizás la primera decisión que tomaba en pro de sí mismo, y no de nadie más. Ni de Amegakure. Ni de Yui. Ni de los Kajitsu. Ni de Dragón Rojo, siquiera, aunque su cabeza y su corazón —controlado por el bautizo—. estuvieran puestos en la organización.
La única constante es que cualquier decisión, para él o no, siempre tenía un gran riesgo de muerte en el medio. Sino que le preguntaran acerca de su aventura en el país del Viento. ¡Já!
—No es mi estilo de hacer las cosas —dijo—. pero tú conoces a estas orcas mejor que yo, así que... hagámoslo como tú quieras, pues.
Acto seguido, Kaido acabó por pegar su pecho al ras del fondo marino y dejó de hablar, por primera vez ne su vida; para oír. Scylio era ahora su guía en aquella caza de orcas mafiosas.
Pero allí estaba, como un cabo recién enlistado en el ejército de una raza a la que había decidido seguir ciegamente hasta las profundidades del océano. Arrojarse de cabeza a las oscuras aguas oonindo había sido quizás la primera decisión que tomaba en pro de sí mismo, y no de nadie más. Ni de Amegakure. Ni de Yui. Ni de los Kajitsu. Ni de Dragón Rojo, siquiera, aunque su cabeza y su corazón —controlado por el bautizo—. estuvieran puestos en la organización.
La única constante es que cualquier decisión, para él o no, siempre tenía un gran riesgo de muerte en el medio. Sino que le preguntaran acerca de su aventura en el país del Viento. ¡Já!
—No es mi estilo de hacer las cosas —dijo—. pero tú conoces a estas orcas mejor que yo, así que... hagámoslo como tú quieras, pues.
Acto seguido, Kaido acabó por pegar su pecho al ras del fondo marino y dejó de hablar, por primera vez ne su vida; para oír. Scylio era ahora su guía en aquella caza de orcas mafiosas.