24/11/2015, 04:27
La vista de la jovencita se ilumino notablemente, dejándole en claro a Kazuma que hace rato que había empezado a sentir hambre. Por su suerte, el joven cochero ya se había anticipado a la situación, por lo que tomo uno de los cajones de alimentos que se utilizaban en los paseos de lujo.
—¿De verdad… Que puedo comer todo esto?
—Por supuesto. Date gusto —dijo amablemente.
Con la tradicional frase del antes de comer, la chica tomo por asalto los alimentos frente a ella. Sin pensarlo mucho tomo lo más cercano, que resultaba ser una bola de arroz. Su expresión al comerla fue poco menos que eufórica, lo habitual en alguien que tiene mucha hambre. Kazuma la miro por un momento y no pudo evitar reír un poco al saber que no era la única persona que reaccionaba de esa manera con la comida.
El Ishimura procedió a sentarse frente a su pasajera, para luego dar las gracias por lo que se iba a comer. Quizás fuera lo bonito del día, o la curiosa compañía. Lo cierto es que le parecía el mejor emparedado de atún que había probado en mucho tiempo.
«Creo que estoy pasando un buen rato… A pesar de que estoy trabajando»
Los jóvenes no tardarían en quedar satisfechos, especialmente el peliblanco, que luego de tres emparedados se encontraba bastante bien. O al menos eso es lo uno pensaría. En cuanto decidió buscar algo frío para tomar, una bonita bandeja de plata llamo su atención. Siendo fiel a su naturaleza curiosa levanto la cubierta para inspeccionar.
—Espero que aun te quede un poco de espacio, porque tengo algo genial aquí —le dijo a la peli azul, mientras sostenía una leve sonrisa.
Lo primero que hizo fue colocar una pequeña mesita en el espacio que había entre los asientos —Una de esas típicas mesitas de madera para tomar te mientras se pasea—. De la caja extrajo dos hermosos vasos decorados con motivos tropicales, los cuales acomodo para a continuación vaciar en ellos el contenido de una pequeña jarra de metal humeante. El aire se impregno con un suave y agradable olor a cítricos, mientras aquella helada limonada con hielo colmaba los pequeños recipientes. Pero eso no era lo único, ya que mientras se formaban pequeñas gotas de aspecto refrescante sobre la superficie del cristal, un complejo y seductor olor a chocolate atraparía los sentidos de los presentes.
En dos elegantes platos que hacían juego con sus elaboradas cucharillas, se encontraba el postre. En cada uno había una porción de un pastel, que incluso ante la vista de gente no conocedora, resaltaba como algo propio de la más alta repostería gourmet.
El Ishimura se tomo un momento para acomodarlo de manera adecuada, y por un instante su mente se perdió en la compleja forma de aquel pastel. Tantas capas y tantos tonos de chocolate. La forma tan perfecta y el color tan vivo. La bonita textura de su oscura superficie cubierta de un polvo blanco y coronada con una cereza confitada.
—Casi es demasiado bonito para comerlo… Bueno casi —dijo a modo de ocurrencia antes de ir a por su postre.
Si bien aquel ambiente recién animado por los alimentos era agradable, no podrían quedarse en aquel lugar por mucho tiempo. Fuera de su vista, una porción del cielo comenzaba a llenarse con oscuras nubes que goteaban levemente. Algo difícil de imaginar pues aun se podía sentir el calor irradiado por el sol de medio día.
—¿De verdad… Que puedo comer todo esto?
—Por supuesto. Date gusto —dijo amablemente.
Con la tradicional frase del antes de comer, la chica tomo por asalto los alimentos frente a ella. Sin pensarlo mucho tomo lo más cercano, que resultaba ser una bola de arroz. Su expresión al comerla fue poco menos que eufórica, lo habitual en alguien que tiene mucha hambre. Kazuma la miro por un momento y no pudo evitar reír un poco al saber que no era la única persona que reaccionaba de esa manera con la comida.
El Ishimura procedió a sentarse frente a su pasajera, para luego dar las gracias por lo que se iba a comer. Quizás fuera lo bonito del día, o la curiosa compañía. Lo cierto es que le parecía el mejor emparedado de atún que había probado en mucho tiempo.
«Creo que estoy pasando un buen rato… A pesar de que estoy trabajando»
Los jóvenes no tardarían en quedar satisfechos, especialmente el peliblanco, que luego de tres emparedados se encontraba bastante bien. O al menos eso es lo uno pensaría. En cuanto decidió buscar algo frío para tomar, una bonita bandeja de plata llamo su atención. Siendo fiel a su naturaleza curiosa levanto la cubierta para inspeccionar.
—Espero que aun te quede un poco de espacio, porque tengo algo genial aquí —le dijo a la peli azul, mientras sostenía una leve sonrisa.
Lo primero que hizo fue colocar una pequeña mesita en el espacio que había entre los asientos —Una de esas típicas mesitas de madera para tomar te mientras se pasea—. De la caja extrajo dos hermosos vasos decorados con motivos tropicales, los cuales acomodo para a continuación vaciar en ellos el contenido de una pequeña jarra de metal humeante. El aire se impregno con un suave y agradable olor a cítricos, mientras aquella helada limonada con hielo colmaba los pequeños recipientes. Pero eso no era lo único, ya que mientras se formaban pequeñas gotas de aspecto refrescante sobre la superficie del cristal, un complejo y seductor olor a chocolate atraparía los sentidos de los presentes.
En dos elegantes platos que hacían juego con sus elaboradas cucharillas, se encontraba el postre. En cada uno había una porción de un pastel, que incluso ante la vista de gente no conocedora, resaltaba como algo propio de la más alta repostería gourmet.
El Ishimura se tomo un momento para acomodarlo de manera adecuada, y por un instante su mente se perdió en la compleja forma de aquel pastel. Tantas capas y tantos tonos de chocolate. La forma tan perfecta y el color tan vivo. La bonita textura de su oscura superficie cubierta de un polvo blanco y coronada con una cereza confitada.
—Casi es demasiado bonito para comerlo… Bueno casi —dijo a modo de ocurrencia antes de ir a por su postre.
Si bien aquel ambiente recién animado por los alimentos era agradable, no podrían quedarse en aquel lugar por mucho tiempo. Fuera de su vista, una porción del cielo comenzaba a llenarse con oscuras nubes que goteaban levemente. Algo difícil de imaginar pues aun se podía sentir el calor irradiado por el sol de medio día.