17/09/2019, 01:20
Pero si alguno pensó que una bestia de semejante tamaño iba a intimidar a las orcas, no podía estar más equivocado. Las orcas se consideraban a sí mismas las reinas del océano, y no tenían miedo a nada ni nadie.
De hecho, fue impresionante la rapidez y atrevimiento con el que realizaron el primer ataque. Juntas, decididas, todas a una… pero desde distintos ángulos. Las orcas empezaron a morder el cuerpo de la gigantesca bestia por todos lados. Especialmente al vientre, desprotegido.
Fue entonces cuando Kaido empezó a darse cuenta del gran punto débil de aquel animal: su grandeza. Así era, el animal era tan grande que tenía dificultad para moverse. Lento, extremadamente lento, y su boca, pese a enorme, tenía una dentadura relativamente pequeña comparado con su tamaño.
La Pradera Púrpura se tiñó de rojo en segundos. Encolerizadas, las orcas demandaban respuestas. Y lo hacían a mordiscos.
El canto del tiburón ballena se convirtió en una melodía repentinamente triste. Incluso para alguien como Kaido, era casi imposible no sentir pena al oír aquel llanto. Demasiado triste, demasiado melancólico… y aún así bonito.
¿Cuánto tardarían en matarlo? Seguramente no era cuestión de segundos. Pero, si la cosa seguía así, pronto, muy pronto, el animal tendría tantas heridas que la salvación para ella estaba tan lejos como el sol de Oonindo. A veces parecías poder tocarlo con la punta de los dedos…
Pero solo era eso: parecía.
De hecho, fue impresionante la rapidez y atrevimiento con el que realizaron el primer ataque. Juntas, decididas, todas a una… pero desde distintos ángulos. Las orcas empezaron a morder el cuerpo de la gigantesca bestia por todos lados. Especialmente al vientre, desprotegido.
Fue entonces cuando Kaido empezó a darse cuenta del gran punto débil de aquel animal: su grandeza. Así era, el animal era tan grande que tenía dificultad para moverse. Lento, extremadamente lento, y su boca, pese a enorme, tenía una dentadura relativamente pequeña comparado con su tamaño.
La Pradera Púrpura se tiñó de rojo en segundos. Encolerizadas, las orcas demandaban respuestas. Y lo hacían a mordiscos.
El canto del tiburón ballena se convirtió en una melodía repentinamente triste. Incluso para alguien como Kaido, era casi imposible no sentir pena al oír aquel llanto. Demasiado triste, demasiado melancólico… y aún así bonito.
¿Cuánto tardarían en matarlo? Seguramente no era cuestión de segundos. Pero, si la cosa seguía así, pronto, muy pronto, el animal tendría tantas heridas que la salvación para ella estaba tan lejos como el sol de Oonindo. A veces parecías poder tocarlo con la punta de los dedos…
Pero solo era eso: parecía.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado