18/09/2019, 00:37
«Estoy. Jodidísimo» —volvió a repetirse, cuando comprobó que aquella muestra de supremacía no había siquiera ahuyentado a las orcas menos valedoras. Por el contrario, activó en todas ellas su sentido de pertenencia al mar y fortaleció el trabajo en equipo, haciendo que todas al unísono fueran a por el maestro de Scylio, que a pesar de superarlas a todas en gran proporción, su mayor ventaja frente a un colectivo como las orcas acababa convirtiéndose en su mayor debilidad.
Kaido se quedó con cara de espeto cuando comprobó la reacción de las enemigas de los tiburones. Una tras otra, mordisco tras mordisco; hiriendo al tiburón ballena a paso lento, pero seguro.
¿Qué podía hacer?
¿Huir, para preservar su vida, otra vez?
¿O ganarse su lugar a pulso entre la raza que realmente debía predominar en los mares?
No.
Kaido nadó hasta una distancia prudente, hacia los linderos que continuaban su rumbo hacia la pradera púrpura, mientras su cuerpo perdía la forma del henge y se hipertrofiaba a sí mismo a través de su Kyodaitei. Haciendo uso de su técnica estrella, en pro de mejorar su condición física más allá de lo ganado con la bendición del océano, quizás podría alcanzar el punto de encuentro antes de que acabaran mutilando al tiburón ballena.
Una vez su técnica estuviera completa, gritaría con toda la furia posible:
¡Venga, aletas dobladas! ¡atrapadme si pueden, hijas de puta!
Kaido se quedó con cara de espeto cuando comprobó la reacción de las enemigas de los tiburones. Una tras otra, mordisco tras mordisco; hiriendo al tiburón ballena a paso lento, pero seguro.
¿Qué podía hacer?
¿Huir, para preservar su vida, otra vez?
¿O ganarse su lugar a pulso entre la raza que realmente debía predominar en los mares?
No.
Kaido nadó hasta una distancia prudente, hacia los linderos que continuaban su rumbo hacia la pradera púrpura, mientras su cuerpo perdía la forma del henge y se hipertrofiaba a sí mismo a través de su Kyodaitei. Haciendo uso de su técnica estrella, en pro de mejorar su condición física más allá de lo ganado con la bendición del océano, quizás podría alcanzar el punto de encuentro antes de que acabaran mutilando al tiburón ballena.
Una vez su técnica estuviera completa, gritaría con toda la furia posible:
¡Venga, aletas dobladas! ¡atrapadme si pueden, hijas de puta!