24/11/2015, 20:34
Paso su mirada del té a la ventana, de la ventana al té y luego miró el fuego. Miró esas pequeñas chispas que salían de la chimenea mientras en la triste posada comenzaba una pequeña conversación para romper el silencio fúnebre que había. Karamaru estaba cómodo, aprovechaba ese momento para pensar en las cosas que le preocupaban o incluso seguir pensando en esas dudas existenciales que tenía desde hace mucho tiempo. Alejó su mirada del fuego y comenzó a seguir la conversación escondido bajo su sombrero cónico y su capa negra. Esto le permitió ver con detenimiento a cada hombre de la sala.
El primero, un hombre falco como ninguno y amargo. Parecía un ebrio que frecuentaba la taberna y que estaba acostumbrado al alcohol. Sus ojos y su forma de ser lo delataban.
«¿Qué vueltas le habrá dado la vida para que acabe así?» pensaba Karamaru mientras la conversación seguía y aparecía una mujer. Al parecer, la esposa del simpático hombre que le había atendido antes.
Por lo que el calvo entendía, era una discusión de dinero, en la cual la esposa era un poco mas dominante que el hombre que se dedicaba a limpiar vasos. Tras sus palabras, volvió el silencio, esta vez un poco más tenso y pesado. Karamaru siguió con la vista a la mujer hasta otra mesa donde se encontraba el tercer y último cliente de la taberna. Por lo que escuchaba se llamaba Takato, el anterior Arashi.
Era un hombre más grande que él con apariencia respetable. Por como se veía, no parecía una persona muy desagradable.
Pero esa tranquilidad se vería interrumpida por la entrada de una mujer a la que las cinco personas le dirigirían su mirada. Dejó entrar la frescura del exterior y en el abrir y cerrar de la puerta, Karamaru pudo ver que su caballo seguía sin problemas cerca de la puerta. La esposa del tabernero se apuró en ayudarla lo antes posible ya que parecía bastante asustada y agitada.
Traía consigo una noticia que a ninguno le debió de haberle caído bien. Había un asesino en su pequeño pueblo, uno que había matado a un tal Ryoma. Estaban todos en silencio, sin siquiera reaccionar, sin siquiera preguntar algo. Tal vez nadie entendía que la mujer venía a pedir a ayuda y no a informar solamente. Pero, ¿Qué podrían hacer solo un puñado de hombres que supuestamente ni son detectives ni combatientes veteranos?
El silencio se vio interrumpido por una mujer un poco mas grande que Karamaru, de largo cabello rubio y una cara que sería del agrado de más de un hombre. El calvo la recorrió de abajo a arriba, de sus piernas a sus caderas de su busto a su blanca cara y sus ojos verdes.
- Este... ¿Van a necesitar ayuda con eso...? -
Fue lo primero que se escucho. ¿De donde había salido? Recién en ese momento Karamaru se daba cuenta de que había unas escaleras.
«¿Será alguna detective del pueblo?» se preguntaba el pelado.
El primero, un hombre falco como ninguno y amargo. Parecía un ebrio que frecuentaba la taberna y que estaba acostumbrado al alcohol. Sus ojos y su forma de ser lo delataban.
«¿Qué vueltas le habrá dado la vida para que acabe así?» pensaba Karamaru mientras la conversación seguía y aparecía una mujer. Al parecer, la esposa del simpático hombre que le había atendido antes.
Por lo que el calvo entendía, era una discusión de dinero, en la cual la esposa era un poco mas dominante que el hombre que se dedicaba a limpiar vasos. Tras sus palabras, volvió el silencio, esta vez un poco más tenso y pesado. Karamaru siguió con la vista a la mujer hasta otra mesa donde se encontraba el tercer y último cliente de la taberna. Por lo que escuchaba se llamaba Takato, el anterior Arashi.
Era un hombre más grande que él con apariencia respetable. Por como se veía, no parecía una persona muy desagradable.
Pero esa tranquilidad se vería interrumpida por la entrada de una mujer a la que las cinco personas le dirigirían su mirada. Dejó entrar la frescura del exterior y en el abrir y cerrar de la puerta, Karamaru pudo ver que su caballo seguía sin problemas cerca de la puerta. La esposa del tabernero se apuró en ayudarla lo antes posible ya que parecía bastante asustada y agitada.
Traía consigo una noticia que a ninguno le debió de haberle caído bien. Había un asesino en su pequeño pueblo, uno que había matado a un tal Ryoma. Estaban todos en silencio, sin siquiera reaccionar, sin siquiera preguntar algo. Tal vez nadie entendía que la mujer venía a pedir a ayuda y no a informar solamente. Pero, ¿Qué podrían hacer solo un puñado de hombres que supuestamente ni son detectives ni combatientes veteranos?
El silencio se vio interrumpido por una mujer un poco mas grande que Karamaru, de largo cabello rubio y una cara que sería del agrado de más de un hombre. El calvo la recorrió de abajo a arriba, de sus piernas a sus caderas de su busto a su blanca cara y sus ojos verdes.
- Este... ¿Van a necesitar ayuda con eso...? -
Fue lo primero que se escucho. ¿De donde había salido? Recién en ese momento Karamaru se daba cuenta de que había unas escaleras.
«¿Será alguna detective del pueblo?» se preguntaba el pelado.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘