20/09/2019, 00:51
Kaido siempre se había caracterizado por tener un poder espiritual bárbaro. Un chakra envidiable. Aquello en ocasiones ayudaba, cuando tenías que debatir tus ninjutsu con los del otro, y por lo general eran pocos los que podían retar al gyojin y mucho menos ganar contra uno de sus suitones. No es que fuera especializado en la materia, pero seguramente era uno de los ninjas más diestros en ello. Quizás por ello no se sintió tan sorprendido al ver que su tiburón escarchado amortiguaba el remolino de Battaria y, a su vez, la mandaba a nadar lejos por el poderoso impacto que le habría causado un buen daño, seguramente.
Tras el choque, la cubierta exterior en forma de escualo que le había permitido a Kaido nadar a una velocidad abrumante desapareció, y lo dejó ahí, flotando, en plena visión de Corozzio y su compañero; que alarmados por la pequeña victoria del gyojin ante su matriarca decidieron no quedar rezagados y atacar, como dios manda.
El Hozuki de alguna forma lo intuía. Que el orgullo de una orca herida por un humano activaría a las demás, y por eso, se había preparado al coger su katana en el transcurso de la embestida anterior. Umikiba Kaido se mantuvo tranquilo, en paz, dejando que las corrientes le mantuvieran estático. Miraba por el rabillo del ojo a las adolescentes nadar hacia él a una velocidad envidiable, con las fauces abiertas, muy dispuestas a partirlo en dos. Él esperó. Esperó hasta el último momento en el que les fuera incapaz retroceder. Respiró profundo, comulgó su cuerpo en una posición de kata Sassen poco característica y...
...giró. Giró con la potencia de sus brazos en perpendicular, abanicando la katana con su fuerza bruta para rebanar a Corozzio y a su colega a la jodida mitad, sacando así sus dones de Kenjutsu a flote, que pocas veces ofrecía a sus enemigos. Pero su espada clamaba sangre, y era hora de dársela.
Tras el choque, la cubierta exterior en forma de escualo que le había permitido a Kaido nadar a una velocidad abrumante desapareció, y lo dejó ahí, flotando, en plena visión de Corozzio y su compañero; que alarmados por la pequeña victoria del gyojin ante su matriarca decidieron no quedar rezagados y atacar, como dios manda.
El Hozuki de alguna forma lo intuía. Que el orgullo de una orca herida por un humano activaría a las demás, y por eso, se había preparado al coger su katana en el transcurso de la embestida anterior. Umikiba Kaido se mantuvo tranquilo, en paz, dejando que las corrientes le mantuvieran estático. Miraba por el rabillo del ojo a las adolescentes nadar hacia él a una velocidad envidiable, con las fauces abiertas, muy dispuestas a partirlo en dos. Él esperó. Esperó hasta el último momento en el que les fuera incapaz retroceder. Respiró profundo, comulgó su cuerpo en una posición de kata Sassen poco característica y...
«Mizu-Ryuu ... ¡Uragiri!»
...giró. Giró con la potencia de sus brazos en perpendicular, abanicando la katana con su fuerza bruta para rebanar a Corozzio y a su colega a la jodida mitad, sacando así sus dones de Kenjutsu a flote, que pocas veces ofrecía a sus enemigos. Pero su espada clamaba sangre, y era hora de dársela.