22/09/2019, 14:09
—Ayame-san —susurró Ranko, apresuradamente—. Yo… me especializo en combate. N-no tengo mucho que me ayude justo ahora… Tal vez un henge no jutsu básico… Fuera de eso, estoy en blanco…
Ayame inclinó la cabeza, pensativa. No podían tirarse de cabeza contra los delincuentes, estaban caminando, casi literalmente, sobre un campo de minas, y si terminaban por dar un paso en falso saltaría todo por los aires. Dentro de aquella posada había gente, gente inocente, tenían que tener mucho, mucho cuidado.
—Tenemos que descubrir quién de todos ellos lleva los explosivos. Es nuestra prioridad reducir a ese primero —comentó, también en voz baja—. Seguramente lleve los explosivos a la vista para intimidar. Podríamos bajar, hacernos pasar por re...
—VOSOTRAS, ¡¿QUÉ COJONES ESTÁIS HACIENDO AQUÍ?! —bramó una mujer desde las escaleras. Tenía medio rostro cubierto por un pasamontañas, por lo que lo único que podían ver de ella eran sus ojos verdes y sus cabellos dorados. Avanzaba hacia ellas entre largas zancadas, con un brillante cuchillo en su mano—. ¡¿Es que tenéis cera en los oídos?! ¡A la jodida recepción si no queréis que os saquemos las tripas como a unos putos cerdos! ¡AHORA!
Con gesto sombrío, Ayame levantó las manos y las colocó detrás de la cabeza. Tras un rápido vistazo, había comprobado que aquella mujer no era la delincuente que estaban buscando: no parecía llevar ningún tipo de explosivo encima. No se atrevió a mirar a Ranko para comprobar qué iba a hacer, pero ella comenzó a andar siguiendo sus órdenes. Sí llego a escuchar cuando la atracadora se volvió hacia la de Kusajin y le propinó un buen empujón:
—¡Vamos, muévete!
Ayame inclinó la cabeza, pensativa. No podían tirarse de cabeza contra los delincuentes, estaban caminando, casi literalmente, sobre un campo de minas, y si terminaban por dar un paso en falso saltaría todo por los aires. Dentro de aquella posada había gente, gente inocente, tenían que tener mucho, mucho cuidado.
—Tenemos que descubrir quién de todos ellos lleva los explosivos. Es nuestra prioridad reducir a ese primero —comentó, también en voz baja—. Seguramente lleve los explosivos a la vista para intimidar. Podríamos bajar, hacernos pasar por re...
—VOSOTRAS, ¡¿QUÉ COJONES ESTÁIS HACIENDO AQUÍ?! —bramó una mujer desde las escaleras. Tenía medio rostro cubierto por un pasamontañas, por lo que lo único que podían ver de ella eran sus ojos verdes y sus cabellos dorados. Avanzaba hacia ellas entre largas zancadas, con un brillante cuchillo en su mano—. ¡¿Es que tenéis cera en los oídos?! ¡A la jodida recepción si no queréis que os saquemos las tripas como a unos putos cerdos! ¡AHORA!
Con gesto sombrío, Ayame levantó las manos y las colocó detrás de la cabeza. Tras un rápido vistazo, había comprobado que aquella mujer no era la delincuente que estaban buscando: no parecía llevar ningún tipo de explosivo encima. No se atrevió a mirar a Ranko para comprobar qué iba a hacer, pero ella comenzó a andar siguiendo sus órdenes. Sí llego a escuchar cuando la atracadora se volvió hacia la de Kusajin y le propinó un buen empujón:
—¡Vamos, muévete!