23/09/2019, 16:56
(Última modificación: 23/09/2019, 17:04 por Uchiha Akame. Editado 2 veces en total.)
Augurio, Otoño del año 219
Era una apacible mañana de Otoño, y el Sol brillaba con fuerza sobre un cielo sin nubes, bañando con su claridad los Arrozales del Silencio. Aquella era una basta extensión de campos de labor en la que los plebeyos trabajaban para sus señores, quienes a su vez se debían al Daimyō del País de los Bosques. Era aquella una jerarquía férrea, en la que cuanto más abajo estaba uno, menos opciones vitales le quedaban. Incluso aunque en otras zonas más avanzadas del país la vida pudiera ser distinta, en un territorio eminentemente rural y dedicado a la agricultura como eran los Arrozales, los años parecían pasar el balde. Sin embargo, al ser la recolección de arroz un trabajo tan laborioso, de vez en cuando no faltaban jornaleros que querían pasarse de listos, evadiendo sus quehaceres...
Y con una cuadrilla de esos se había topado Uchiha Akame mientras transitaba los arrozales. Una modesta cantina al lado del sendero había llamado su atención con un delicioso aroma a arroz cocido con especias y carne a la parrilla, de modo que el joven Uchiha había decidido hacer un alto en el camino, cerca como estaban del mediodía. «Esta zona es basta, hace calor, y quién sabe cuándo encontraré la próxima cantina», se dijo el renegado. Así, se acercó al lugar. La parada no era sino un pequeño edificio, muy modesto, que se componía casi exclusivamente de una cocina abierta de par en par y las dependencias de la familia que lo regentaba. Para días soleados y calurosos como aquel contaba con una terraza ocupada por unas pocas sillas y menos mesas, cubierta por un toldo de tela algo raída.
Akame iba vestido con un yukata color azul claro, remangado en la parte baja al estilo de los mercenarios y rufianes, unos pantalones bombachos ceñidos a la altura de la espinilla por unas sandalias descubiertas con espinilleras, y un kasa de paja sobre su cabeza. Llevaba, a la frente, una venda anudada en torno a la cabeza —de pelo negro, corto y algo revuelto— que sujetaba una llamativa pluma de color azul eléctrico, colocada tras su oreja izquierda. Al principio el muchacho recibió ciertas miradas de curiosidad y desaprobación por la quemadura que le asolaba medio rostro, pero al no mostrar signos de andar buscando problema ni ser un criminal pendenciero, pronto la cuadrilla de peones que tan noblemente se escaqueaba de su jornada le invitó a tomar una copa de sake con ellos. Akame la rechazó cortesmente, pidiendo a la mesera un té verde en su lugar, pero sí que se sentó con ellos atraído por una buena conversación y, sobre todo... El tablero de shōgi, con las piezas dispuestas, que había sobre la mesa.
En el paso de media hora, el Uchiha ya había ganado tres partidas, y justo en este momento se encontraba al borde de rubricar su cuarta victoria. Con movimientos hábiles y una sonrisa en los labios cortados, desplazó su General de Oro restante para acorralar al Rey de su rival.
—Jaque mate, Kobashi-san —anunció, triunfal, para luego dar otro sorbo a su vaso de té.
El derrotado dejó caer sus hombros, mientras el resto de los jornaleros aplaudían la maestría del Uchiha en ese juego, y consolaban a su compadre.