23/09/2019, 18:15
Con los rayos de sol brillando fuerte sobre su cabeza, el pelo castaño de Kazui comenzaba a calentarse. Ahora entendía la insistencia de Ukite de llevar una kasa, o algún tipo de sombrero para proteger su sesera, acostumbrada a caminar en una ciudad. “¿Por qué no le habré hecho caso a mi madre?” pensaba mientras caminaba. Cualquiera que viaje notará que en el camino es normal cruzarse con algún que otros viajeros, mercaderes también. Pero en esta zona concreta de los Arrozales del Silencio, lo que más abundaba con diferencia eran campesinos, y algún que otro repartidor arrastrando carros. Con la piel curtida de las horas bajo el sol y rostros y manos duras, del trabajo agotador.
Sin querer, pensó en la diferencia de vida de un campesino y un shinobi, y recordó como Ukita le narraba la historia de su antigua posada. “Yo podía estar así ahora. De camino al trabajo, en lugar de tener que hacer de genin-express” . Su encargo era sencillo, la persona que debía entregar este pergamino se acababa de doblar convenientemente el tobillo cuando se acercaba a recoger el encargo, al saber que más que una misión estaba haciendo un favor a otro genin.
-Tsk – chasqueo la lengua. Si hubiera tenido el don de gentes de su madre, habría podido escaquearse, pero no. Tuvo que heredar el genio de su padre, manso como un borrego. “Sinsangre, horchato…”
Suspiro, llevándose la mano a la pequeña cantimplora. Casi estaba acabada. Tomó otro pequeño sorbo de agua. Antes de tragar se detuvo. No, no por ser tan torpe como para no beber y caminar al mismo tiempo. A su izquierda, el matorral se había movido. Kazui puede no ser el ninja más avispado, pero esos detalles no pasan desapercibidos.
-¿Quién anda ahí?- soltó la cantimplora y tomó un kunai -Te advierto que no me ando con chiquitas- “¿Chiquitas? Tengo que dejar de pasar tiempo con mi madre…”
-Ya voy, ya voy – la voz salía del arbusto -Vaya don de la oportunidad tienes chico. Estaba meando- afirmó -Si chaval, los shinobis meamos en las misiones también – Añadió viendo la cara de sorpresa del chico.
Un tipo alto, con el pelo rizado y medio largo, una capa de viaje blanca y una cicatriz en la barbilla. En su cabeza lucía el emblema de su villa.
-¿Tu eres el mensajero de hoy? Has tardado mucho. Dame el pergamino, desde aquí me encargo yo-
“La descripción encaja” -Si, toma.- sacando el pergamino de su bolsa, se lo paso al ninja – Por cierto, ¿sabes dónde puedo conseguir agua?-
-No lo se, y no me importa. Pero hay un lugar no muy lejos en esa dirección, siguiendo el sendero-
-Oh, genial. Podemos ir juntos si vas en esa …- No pudo terminar la frase. El ninja desapareció de su vista - …dirección…- “Parece que ser shinobi no está reñido con ser un capullo” . Había caminado mucho, estaba sudado y no le quedaba agua. Un simple gracias hubiera estado bien.
Sin más que hacer, recogió su cantimplora y camino en la dirección que el ninja le había dicho. No tardó en verla. Una pequeña construcción al lado del sendero. No parecía gran cosa, pero estando donde está, rodeada de campos y en un lugar más bien humilde-tirando a pobre, debía ser la única en mucho tiempo. Se echó mano al bolsillo, tenía dinero.
Entró en el pequeño local. Algunas miradas se posaron en él, lo que le dio cierta vergüenza. Se quitó la capa ligera de viaje que le cubría del sol. Que en principio era blanca, pero el polvo había amarilleado por el camino, dejando ver su bandana anudada al brazo. Si algo estaba claro es que de esta manera se retratan los presentes. Algunos dejarán de prestar atención, por no buscar problemas, otros puede que lo odien un poco, cosa que no le importa. Ya no es un viajero enclenque más, es un ninja.
Entre los locales, una figura que no termina de encajar “No sé si es la ropa, la venda…o que tiene una pluma…” decide beber primero y observar después.
Con paso decidido se dirige a pedir un té, y agua para su cantimplora. “Quizá algo para picar…si, quiero comer algo”
-Señor, póngame un té, y agua, y ¿tiene algo de comer?-
Sin querer, pensó en la diferencia de vida de un campesino y un shinobi, y recordó como Ukita le narraba la historia de su antigua posada. “Yo podía estar así ahora. De camino al trabajo, en lugar de tener que hacer de genin-express” . Su encargo era sencillo, la persona que debía entregar este pergamino se acababa de doblar convenientemente el tobillo cuando se acercaba a recoger el encargo, al saber que más que una misión estaba haciendo un favor a otro genin.
-Tsk – chasqueo la lengua. Si hubiera tenido el don de gentes de su madre, habría podido escaquearse, pero no. Tuvo que heredar el genio de su padre, manso como un borrego. “Sinsangre, horchato…”
Suspiro, llevándose la mano a la pequeña cantimplora. Casi estaba acabada. Tomó otro pequeño sorbo de agua. Antes de tragar se detuvo. No, no por ser tan torpe como para no beber y caminar al mismo tiempo. A su izquierda, el matorral se había movido. Kazui puede no ser el ninja más avispado, pero esos detalles no pasan desapercibidos.
-¿Quién anda ahí?- soltó la cantimplora y tomó un kunai -Te advierto que no me ando con chiquitas- “¿Chiquitas? Tengo que dejar de pasar tiempo con mi madre…”
-Ya voy, ya voy – la voz salía del arbusto -Vaya don de la oportunidad tienes chico. Estaba meando- afirmó -Si chaval, los shinobis meamos en las misiones también – Añadió viendo la cara de sorpresa del chico.
Un tipo alto, con el pelo rizado y medio largo, una capa de viaje blanca y una cicatriz en la barbilla. En su cabeza lucía el emblema de su villa.
-¿Tu eres el mensajero de hoy? Has tardado mucho. Dame el pergamino, desde aquí me encargo yo-
“La descripción encaja” -Si, toma.- sacando el pergamino de su bolsa, se lo paso al ninja – Por cierto, ¿sabes dónde puedo conseguir agua?-
-No lo se, y no me importa. Pero hay un lugar no muy lejos en esa dirección, siguiendo el sendero-
-Oh, genial. Podemos ir juntos si vas en esa …- No pudo terminar la frase. El ninja desapareció de su vista - …dirección…- “Parece que ser shinobi no está reñido con ser un capullo” . Había caminado mucho, estaba sudado y no le quedaba agua. Un simple gracias hubiera estado bien.
Sin más que hacer, recogió su cantimplora y camino en la dirección que el ninja le había dicho. No tardó en verla. Una pequeña construcción al lado del sendero. No parecía gran cosa, pero estando donde está, rodeada de campos y en un lugar más bien humilde-tirando a pobre, debía ser la única en mucho tiempo. Se echó mano al bolsillo, tenía dinero.
Entró en el pequeño local. Algunas miradas se posaron en él, lo que le dio cierta vergüenza. Se quitó la capa ligera de viaje que le cubría del sol. Que en principio era blanca, pero el polvo había amarilleado por el camino, dejando ver su bandana anudada al brazo. Si algo estaba claro es que de esta manera se retratan los presentes. Algunos dejarán de prestar atención, por no buscar problemas, otros puede que lo odien un poco, cosa que no le importa. Ya no es un viajero enclenque más, es un ninja.
Entre los locales, una figura que no termina de encajar “No sé si es la ropa, la venda…o que tiene una pluma…” decide beber primero y observar después.
Con paso decidido se dirige a pedir un té, y agua para su cantimplora. “Quizá algo para picar…si, quiero comer algo”
-Señor, póngame un té, y agua, y ¿tiene algo de comer?-