23/09/2019, 18:27
Mientras los jornaleros echaban a suertes quién iba a ser el próximo vapuleado en el tablero por Akame —su entusiasmo por jugar había decaído conforme el Uchiha iba ganando fácilmente las partidas—, un nuevo personaje hizo acto de presencia en la escena. Pese a que se encontraba centrado en el juego, el renegado no pasó por alto un detalle brillante y metálico en el brazo del muchacho que cortesmente se había dirigido al dueño de la cantina. Era un chico delgaducho y muy jovencito —un genin, dedujo Akame, a juzgar por su edad y complexión— que parecía muy avispado.
—¡Por supuesto, joven! —le contestó el cocinero, un tipo alto y de hombros anchos, con planta de trabajador y una barriga cerveza que le sobresalía por encima del cinturón del pantalón—. El guiso de hoy es arroz cocido con yakitori de pollo, pero todavía queda un poco para que esté listo. Asienta tus posaderas por ahí, y te daré una voz cuando mi señora termine. ¡Ya te digo que va a estar de rechuparse los dedos!
El cantinero parecía jovial pese a que su negocio probablemente no era el más lucrativo del mundo, sirviendo fundamentalmente a otros campesinos y trabajadores que eran algo más pobres que él. Con movimientos expertos rellenó la cantimplora del joven genin y le preparó un té verde, caliente, que dejó sobre la barra.
Akame, entretanto, había terminado con su quinto oponente y ahora en la cuadrilla no quedaba ningún agricultor con ganas de volver a pasar por la metafórica quilla. El Uchiha, que se había mantenido ajeno a aquel ninja de la Hierba por el momento, se dio media vuelta para mirar al fondo de la cantina —donde estaba la barra— y llamar su atención.
—¡Eh, shinobi-san! ¿Te gusta el shōgi? Estos ilustres señores se han cansado de que les apalice, ¿tal vez tú quieres probar suerte contra este humilde viajero?
—¡Por supuesto, joven! —le contestó el cocinero, un tipo alto y de hombros anchos, con planta de trabajador y una barriga cerveza que le sobresalía por encima del cinturón del pantalón—. El guiso de hoy es arroz cocido con yakitori de pollo, pero todavía queda un poco para que esté listo. Asienta tus posaderas por ahí, y te daré una voz cuando mi señora termine. ¡Ya te digo que va a estar de rechuparse los dedos!
El cantinero parecía jovial pese a que su negocio probablemente no era el más lucrativo del mundo, sirviendo fundamentalmente a otros campesinos y trabajadores que eran algo más pobres que él. Con movimientos expertos rellenó la cantimplora del joven genin y le preparó un té verde, caliente, que dejó sobre la barra.
Akame, entretanto, había terminado con su quinto oponente y ahora en la cuadrilla no quedaba ningún agricultor con ganas de volver a pasar por la metafórica quilla. El Uchiha, que se había mantenido ajeno a aquel ninja de la Hierba por el momento, se dio media vuelta para mirar al fondo de la cantina —donde estaba la barra— y llamar su atención.
—¡Eh, shinobi-san! ¿Te gusta el shōgi? Estos ilustres señores se han cansado de que les apalice, ¿tal vez tú quieres probar suerte contra este humilde viajero?