24/09/2019, 05:16
La embestida de Umibōzu logró su acometida: remover del tablero a tres orcas adultas de un solo movimiento que acabó con todas al unísono. Fue tal el impacto del demonio de agua que incluso la Reina tuvo que reconocer el poderío de Umikiba Kaido, y de sus ventajoso número de víctimas en aquella guerra. Kaido sonrió socarrón y satisfecho, aunque poco atento a que tras el ataque, la estela de su titán de agua le abandonó junto a la marea.
Fue entonces cuando sintió las secuelas del constante uso de su chakra. El cuerpo le dolía, las piernas no se le movían lo suficiente como para mantenerse a flote por su propio peso. Tenía los ojos hundidos, y sus agallas se aperturaban en un ajetreado abrir y cerrar, tratando de recuperar el aliento. Entre tanto, Battaria —de quien Kaido parecía haberse olvidado por completo debido al cansancio físico y mental—. quiso aprovechar aquél momento de debilidad para llevarse consigo al asesino de Corozzio, pero cuando éste creía que la Reina de alguna forma se lo iba a comer de un bocado como una especie de reconocimiento mortal, pronto se dio cuenta de que le había salvado la vida, así como lo había hecho él segundos atrás.
«¡Mierda!»
Battaria sucumbió con un único mordisco. Y con su caída, la guerra, finalmente, estaba más que ganada.
Casi inmóvil, flotando a la deriva, Kaido pudo ver los resultados del ataque. Sangre, aletas cortadas y vísceras por doquier. Los supervivientes huyendo, o dando sus últimos bocados de auxilio. Era una escena desalmada y cruda.
Pero no se podía esperar menos del bando perdedor. Era el riesgo de participar en una guerra.
—¿Se acabó? —preguntó, incrédulo.
Fue entonces cuando sintió las secuelas del constante uso de su chakra. El cuerpo le dolía, las piernas no se le movían lo suficiente como para mantenerse a flote por su propio peso. Tenía los ojos hundidos, y sus agallas se aperturaban en un ajetreado abrir y cerrar, tratando de recuperar el aliento. Entre tanto, Battaria —de quien Kaido parecía haberse olvidado por completo debido al cansancio físico y mental—. quiso aprovechar aquél momento de debilidad para llevarse consigo al asesino de Corozzio, pero cuando éste creía que la Reina de alguna forma se lo iba a comer de un bocado como una especie de reconocimiento mortal, pronto se dio cuenta de que le había salvado la vida, así como lo había hecho él segundos atrás.
«¡Mierda!»
Battaria sucumbió con un único mordisco. Y con su caída, la guerra, finalmente, estaba más que ganada.
Casi inmóvil, flotando a la deriva, Kaido pudo ver los resultados del ataque. Sangre, aletas cortadas y vísceras por doquier. Los supervivientes huyendo, o dando sus últimos bocados de auxilio. Era una escena desalmada y cruda.
Pero no se podía esperar menos del bando perdedor. Era el riesgo de participar en una guerra.
—¿Se acabó? —preguntó, incrédulo.