24/09/2019, 17:15
El vozarrón del inmenso dueño —con su inmensa barrigota— retumbó en toda la cantina como respuesta a Kazui.
—¡Marchando dos tés verdes y dos platos de arroz con yakitori!
Akame, por su parte, sacó otro cigarrillo y se lo ofreció al de la Hiebra. Luego prendió un fósforo y esperó a que el ninja se lo colocara en los labios para darle fuego. «¿Tu primera vez? Heh, ahí viene la tos...»
—Más de lo que me gustaría. Dicen que cuando llevas muchos años fumando tabaco, enfermas de los pulmones... Pero aun así, no soy capaz de despegarme de estos pequeños cabrones —admitió el Uchiha.
Mientras en cocina los platos se iban cursando, la partida de shōgi seguía su imparable curso. A pesar de que Kazui había empezado bien, defendiéndose y jugando agresivo para tomar el mayor número de piezas posibles e incluso intentando convertir algunas de las suyas, Akame probó gozar de mayor veteranía. Aguantó el chaparrón y luego contraatacó con una serie de movimientos ofensivos que cogieron totalmente desprevenido al de Kusagakure. Tras convertir uno de sus peones y capturar tres piezas rivales, no le fue difícil acorralar al Rey de Kazui y darle...
—Jaque mate —anunció mientras movía su General de Oro a la posición que le otorgaba la victoria.
Los jornaleros estallaron en aplausos y vítores al ganador, e incluso alguno fue a consolar al derrotado con unas bruscas palmadas en el hombro. Akame se recostó en su silla mientras le daba un par de pitadas a su cigarro, observando a Kazui con una media sonrisa.
—Bien jugado, shinobi. Y pues no, no vengo mucho por aquí. Estoy de paso —admitió, sincero—. Eres de Kusagakure, ¿verdad? Cualquiera aquí podría reconocer ese símbolo. ¿Qué te trae por estas tierras? Espero que ninguno de estos rufianes se haya pasado de listo —añadió, mirando a los jornaleros con una sonrisa cómplice, a la que éstos respondieron con carcajadas.
En ese momento el panzudo cantinero llegó con un par de platos del guiso del día en las manos. Akame ayudó a recoger el tablero y las piezas para hacer sitio en la mesa, y luego agradeció el gesto con una ligera inclinación de cabeza. Ni corto ni perezoso, tomó los palillos que el cantinero les había dejado junto a cada plato, y empezó a comer con avidez.
—¡Marchando dos tés verdes y dos platos de arroz con yakitori!
Akame, por su parte, sacó otro cigarrillo y se lo ofreció al de la Hiebra. Luego prendió un fósforo y esperó a que el ninja se lo colocara en los labios para darle fuego. «¿Tu primera vez? Heh, ahí viene la tos...»
—Más de lo que me gustaría. Dicen que cuando llevas muchos años fumando tabaco, enfermas de los pulmones... Pero aun así, no soy capaz de despegarme de estos pequeños cabrones —admitió el Uchiha.
Mientras en cocina los platos se iban cursando, la partida de shōgi seguía su imparable curso. A pesar de que Kazui había empezado bien, defendiéndose y jugando agresivo para tomar el mayor número de piezas posibles e incluso intentando convertir algunas de las suyas, Akame probó gozar de mayor veteranía. Aguantó el chaparrón y luego contraatacó con una serie de movimientos ofensivos que cogieron totalmente desprevenido al de Kusagakure. Tras convertir uno de sus peones y capturar tres piezas rivales, no le fue difícil acorralar al Rey de Kazui y darle...
—Jaque mate —anunció mientras movía su General de Oro a la posición que le otorgaba la victoria.
Los jornaleros estallaron en aplausos y vítores al ganador, e incluso alguno fue a consolar al derrotado con unas bruscas palmadas en el hombro. Akame se recostó en su silla mientras le daba un par de pitadas a su cigarro, observando a Kazui con una media sonrisa.
—Bien jugado, shinobi. Y pues no, no vengo mucho por aquí. Estoy de paso —admitió, sincero—. Eres de Kusagakure, ¿verdad? Cualquiera aquí podría reconocer ese símbolo. ¿Qué te trae por estas tierras? Espero que ninguno de estos rufianes se haya pasado de listo —añadió, mirando a los jornaleros con una sonrisa cómplice, a la que éstos respondieron con carcajadas.
En ese momento el panzudo cantinero llegó con un par de platos del guiso del día en las manos. Akame ayudó a recoger el tablero y las piezas para hacer sitio en la mesa, y luego agradeció el gesto con una ligera inclinación de cabeza. Ni corto ni perezoso, tomó los palillos que el cantinero les había dejado junto a cada plato, y empezó a comer con avidez.