25/09/2019, 01:08
Claro. Mensajero, ¿cómo se le había ocurrido usar esa palabra?
Shaneji era más que eso. Era un glorioso luchador. Era...
Recordar su partida le dolió a cántaros en el pecho, pero de alguna forma, sabía que en donde fuera que su alma hubiese ido a parar, él estaría orgulloso. Ya se lo había dicho Daseru, que creía que él era el elegido. Kaido no tenía otra opción para honrar su memoria que demostrar a todos los tiburones de que, efectivamente, el gran Hozuki Shaneji tenía toda la razón. Umikiba Kaido sonrió orgulloso y ¿honesto? por primera vez en mucho tiempo. Sólo Yarou sacaba esa luz interior suya. El gyojin llevaba siendo un descarriado demasiado tiempo, y ahora, con aquél centenar de tiburones rodeándole como si aquello se tratase de una procesión, resultó ser desde luego una experiencia reveladora. Finalmente, podía sentirse parte de algo.
...somos familia.
—Familia.
—Familia.
—Familia. —Repitieron el resto, y sus voces retumbaron en el océano con la profundidad y devoción de una secta.
—Familia —repitió él, con orgullo.
—Una afrenta a ti, es una afrenta a todas nosotras. Una afrenta a nosotras, es una afrenta a ti. Recuérdalo siempre, Umikiba Kaido. Y, cuando llegue el momento, incluso yo acudiré a tu llamada si me necesitas.
El gyojin agachó la cabeza en señal de respeto. Una muestra no sólo a su reina, sino a todos y cada uno de sus parientes.
Así era la vida. Un día te quitaba a un hermano, y al siguiente te recompensaba con una familia entera.
—¡Osuushi! Acompaña a Kaido a terreno firme, y que ponga su rúbrica con sangre para sellar el Pacto.
—¡Sí, mi Reina!
—Allí arriba todos sabrán de esta victoria. De nuestra victoria —vitoreó—. ¡Larga vida a nuestra Reina!
¡La Reina del Océano!
Shaneji era más que eso. Era un glorioso luchador. Era...
Recordar su partida le dolió a cántaros en el pecho, pero de alguna forma, sabía que en donde fuera que su alma hubiese ido a parar, él estaría orgulloso. Ya se lo había dicho Daseru, que creía que él era el elegido. Kaido no tenía otra opción para honrar su memoria que demostrar a todos los tiburones de que, efectivamente, el gran Hozuki Shaneji tenía toda la razón. Umikiba Kaido sonrió orgulloso y ¿honesto? por primera vez en mucho tiempo. Sólo Yarou sacaba esa luz interior suya. El gyojin llevaba siendo un descarriado demasiado tiempo, y ahora, con aquél centenar de tiburones rodeándole como si aquello se tratase de una procesión, resultó ser desde luego una experiencia reveladora. Finalmente, podía sentirse parte de algo.
...somos familia.
—Familia.
—Familia.
—Familia. —Repitieron el resto, y sus voces retumbaron en el océano con la profundidad y devoción de una secta.
—Familia —repitió él, con orgullo.
—Una afrenta a ti, es una afrenta a todas nosotras. Una afrenta a nosotras, es una afrenta a ti. Recuérdalo siempre, Umikiba Kaido. Y, cuando llegue el momento, incluso yo acudiré a tu llamada si me necesitas.
El gyojin agachó la cabeza en señal de respeto. Una muestra no sólo a su reina, sino a todos y cada uno de sus parientes.
Así era la vida. Un día te quitaba a un hermano, y al siguiente te recompensaba con una familia entera.
—¡Osuushi! Acompaña a Kaido a terreno firme, y que ponga su rúbrica con sangre para sellar el Pacto.
—¡Sí, mi Reina!
—Allí arriba todos sabrán de esta victoria. De nuestra victoria —vitoreó—. ¡Larga vida a nuestra Reina!
¡La Reina del Océano!