La Reina del Océano

[Umikiba Kaido]

El goce y júbilo del aupado humano azul acabó finalmente, y con ello, los caminos de Kaido y de su reina y séquito se separaron una vez más. Mientras ascendía con Osuushi, el escualo rememoraba los momentos de duda con poco anhelo y se sentía tan revitalizado con la victoria como nunca antes. Incluso la de Zaide, por sobre otras, no se había sentido igual. Pero con cada legua que nadaba, y más próximo se encontraba a la superficie, mayor era la cantidad de recuerdos que volvían a su mente acerca de su vida en tierra firme. Ahora que ya había logrado ganarse el beneplácito de la Familia de Tiburones, tenía que pensar en qué iba a hacer cuando se encontrara con Akame. De cuántas explicaciones le pediría. Y de si alguna de ellas iba a ser suficiente para no matarlo ahí mismo.

La cólera inundó su cuerpo más que el océano que le envolvía, y poco antes de recibir el poco sol fuera del agua por primera vez en días, soltó una perjura innombrable.

Suzaku y Gyojin se iban a ver las caras, muy pero muy pronto.

Ahora, debía ocuparse de sellar la hermandad con su nueva Familia. Osuushi se encargó de vomitar el pergamino y una vez en sus manos lo abrió sobre la grisácea arenilla de aquella lúgubre isla. Vio el nombre de Shaneji, y sonrió.

—A que no te lo esperabas, eh, cabrón.

Se mordió el dedo. Firmó, y marcó el pergamino con sus huellas tintadas en sangre.

—¿Está hecho?