25/09/2019, 17:59
Quizá lo último que esperaba era que no le respondiera. En su lugar, Cuervo parecía haber visto a un fantasma. No había que ser un genio para ver que algo le estaba molestando. El genin pensó que quizá había sido él mismo. “Una idea estúpida hablar de cicatrices”
¿Cómo iba a ser una buena idea? Comparar una pequeña, minúscula cicatriz bien escondida con… es de locos “idiota” se dijo a sí mismo “discúlpate al menos”.
Un grito lo saco de su estado de arrepentimiento. Kazui se giró hacia el estruendo, con cara de sobresalto. También se recordó instantáneamente que un ninja debe estar más atento, y cambio su gesto, ahora forzado, a uno de tranquilidad.
Allí, en la puerta del local pudo contemplar a lo que parecía el mandamás entre los mandamenos. El que suponía sería el capataz de todos los que ahora hacían lo imposible para que no les pillaran bebiendo en horas de trabajo. Su figura redonda pero dura, se ajustaba bien al grueso de la puerta. Su vara… no pocos varazos de fresno había dado ese hombre.
Ante la estampida de los parroquianos, el genin miró a Cuervo, un poco inseguro de que hacer. Inseguro de si, también este rendía cuentas ante ese hombre. Apostaba a que no, por sus formas, su vestimenta y la conversación que habían tenido. Pero ciertamente lo había notado intranquilo y esa era una posibilidad.
-¿Pero qué coño…? Sus palabras se atragantaron ante las voces y amenazas no veladas del que ahora entendía que a ciencia cierta era el capataz de aquellos hombres.
-Pero bueno, ¿Qué pasa aquí? Dijo poniéndose en pie ¿Es que no se puede disfrutar de una comida y una conversación sin que entren a gritarte en esta casa? Dijo, intentando rebajar la tensión. Quizá alguien con mayor don de gentes lo hubiera dicho mejor, pero no más claro.
¿Cómo iba a ser una buena idea? Comparar una pequeña, minúscula cicatriz bien escondida con… es de locos “idiota” se dijo a sí mismo “discúlpate al menos”.
Un grito lo saco de su estado de arrepentimiento. Kazui se giró hacia el estruendo, con cara de sobresalto. También se recordó instantáneamente que un ninja debe estar más atento, y cambio su gesto, ahora forzado, a uno de tranquilidad.
Allí, en la puerta del local pudo contemplar a lo que parecía el mandamás entre los mandamenos. El que suponía sería el capataz de todos los que ahora hacían lo imposible para que no les pillaran bebiendo en horas de trabajo. Su figura redonda pero dura, se ajustaba bien al grueso de la puerta. Su vara… no pocos varazos de fresno había dado ese hombre.
Ante la estampida de los parroquianos, el genin miró a Cuervo, un poco inseguro de que hacer. Inseguro de si, también este rendía cuentas ante ese hombre. Apostaba a que no, por sus formas, su vestimenta y la conversación que habían tenido. Pero ciertamente lo había notado intranquilo y esa era una posibilidad.
-¿Pero qué coño…? Sus palabras se atragantaron ante las voces y amenazas no veladas del que ahora entendía que a ciencia cierta era el capataz de aquellos hombres.
-Pero bueno, ¿Qué pasa aquí? Dijo poniéndose en pie ¿Es que no se puede disfrutar de una comida y una conversación sin que entren a gritarte en esta casa? Dijo, intentando rebajar la tensión. Quizá alguien con mayor don de gentes lo hubiera dicho mejor, pero no más claro.