27/09/2019, 10:35
(Última modificación: 27/09/2019, 10:35 por Uchiha Akame.)
«¿Así que necesitas respuestas?» Aquella contestación de Kazui le había llamado mucho la atención. Verás, querido lector, en experiencia de Akame había tres tipos de ninjas. Los que se habían metido en esto para proteger a sus seres queridos, para convertirse en grandes shinobi que pudieran erigirse como un escudo entre la barbarie y la civilización. Los que se habían alistado para beneficio propio; dinero, gloria, fama... Motivos tan legítimos como otros cualquiera. Y por último, los que no querían ni lo uno ni lo otro. Esos eran los más peligrosos, los insondables, los más difíciles de predecir. ¿Qué quiere una persona que no ansía ni proteger a los suyos, ni ser reconocido y rico? Eso sí que puede llegar a ser un misterio. Y por esa misma razón, Kazui intrigaba, repentinamente, a Akame.
Sin embargo, antes de que pudiera preguntar por ello, el de Kusa le lanzó varias suposiciones muy acertadas. Al fin y al cabo, el Uchiha no había estado escondiéndolo precisamente; su pasado le perseguía y era tan visible como la horrible quemadura que desfiguraba su rostro. Akame se tomó un rato en contestar, mientras seguía caminando y fumando por el sendero. Cuando lo hizo, con aquella voz rota suya, cascada por el alcohol, derrochaba una mezcla de nostalgia y resentimiento.
—Cuando me acuesto soy incapaz de dormir más de dos horas seguidas sin despertarme a comprobar que todo está bien. Entro a un sitio y mis ojos, por su cuenta y riesgo, analizan el entorno; vías de escape, posibles amenazas, presencia de civiles. Cuando hablo con alguien, constantemente busco en su rostro y en su lenguaje corporal detalles que puedan revelarme su estado de ánimo, o si está mintiendo, o si es una amenaza. Mis manos siempre buscan el tacto recio de una empuñadura y mis dedos se mueven solos. Todavía me sé de memoria más de cincuenta combinaciones de sellos manuales, que podría hacer con los ojos cerrados.
Suspiró. En aquel momento Uchiha Akame, un peligroso criminal de alto rango clasificado por las Tres Grandes Aldeas como una amenaza para Oonindo y con una recompensa de quincemil ryōs sobre su cabeza, parecía un muchacho derrotado.
—¿Es posible dejar de ser ninja, Kazui-san? —le devolvió la pregunta—. Quiero pensar que sí, pero... La verdad es que esto —alzó ambos brazos, como queriendo abarcar todo a su alrededor—, este mundo, nunca nos lo permitirá.
Calló durante unos instantes, y luego, como si acabara de salir de un particular trance, parpadeó varias veces y volvió a darle un par de caladas al cigarrillo.
—¿Y qué hay de ti, eh? ¿Cuál es la pregunta a esas respuestas que esperas encontrar en el Camino del Ninja?
Sin embargo, antes de que pudiera preguntar por ello, el de Kusa le lanzó varias suposiciones muy acertadas. Al fin y al cabo, el Uchiha no había estado escondiéndolo precisamente; su pasado le perseguía y era tan visible como la horrible quemadura que desfiguraba su rostro. Akame se tomó un rato en contestar, mientras seguía caminando y fumando por el sendero. Cuando lo hizo, con aquella voz rota suya, cascada por el alcohol, derrochaba una mezcla de nostalgia y resentimiento.
—Cuando me acuesto soy incapaz de dormir más de dos horas seguidas sin despertarme a comprobar que todo está bien. Entro a un sitio y mis ojos, por su cuenta y riesgo, analizan el entorno; vías de escape, posibles amenazas, presencia de civiles. Cuando hablo con alguien, constantemente busco en su rostro y en su lenguaje corporal detalles que puedan revelarme su estado de ánimo, o si está mintiendo, o si es una amenaza. Mis manos siempre buscan el tacto recio de una empuñadura y mis dedos se mueven solos. Todavía me sé de memoria más de cincuenta combinaciones de sellos manuales, que podría hacer con los ojos cerrados.
Suspiró. En aquel momento Uchiha Akame, un peligroso criminal de alto rango clasificado por las Tres Grandes Aldeas como una amenaza para Oonindo y con una recompensa de quincemil ryōs sobre su cabeza, parecía un muchacho derrotado.
—¿Es posible dejar de ser ninja, Kazui-san? —le devolvió la pregunta—. Quiero pensar que sí, pero... La verdad es que esto —alzó ambos brazos, como queriendo abarcar todo a su alrededor—, este mundo, nunca nos lo permitirá.
Calló durante unos instantes, y luego, como si acabara de salir de un particular trance, parpadeó varias veces y volvió a darle un par de caladas al cigarrillo.
—¿Y qué hay de ti, eh? ¿Cuál es la pregunta a esas respuestas que esperas encontrar en el Camino del Ninja?