28/11/2015, 18:36
Para Kazuma, era extraño el pensar que todo se había acabado tan rápidamente. Después de tanta espera y de tan rebuscado intento de intimidación, el joven esperaba que se desarrollara un combate mucho más intenso. Pero dentro de sí estaba consciente de que había tenido demasiadas expectativas sobre aquel grupo de bandidos. Después de todo no resultaron ser tan débiles, pero estuvieron lejos de representar desafío alguno.
«En otra ocasión será» —Se dijo a si mismo mientras tomaba aire.
Lo primero que hizo fue comprobar el estado en que se encontraba su compañero. Además de un corte un poco profundo en el hombro el chico parecía estar bien, prueba de aquello era el buen estado de ánimo que presentaba. Pero a pesar de reírse se le veía un poco cansado, y quizás fuese por los días que llevaba viajando que la pelea no le pareció tan fácil.
—Al menos salimos bien parados y nos entretuvimos un rato —le respondió, mientras que con amabilidad le posaba una mano sobre el hombro que no estaba herido.
Aun se encontraba muy oscuro y quizás faltaran un poco más de seis hora para que amaneciera. La luna brindaba una luz tenue pero confortable. Kazuma reviso por los alrededores de la hoguera para ver si hallaba algo que hubiesen dejado los matones.
Luego de tantear el suelo a ciegas por un rato, encontró algo que no era ni parecido a lo que esperaba.
De la arena tomo algo. Al principio no distinguía que era, pues era blando y parecía estar húmedo. En principio pensó en que podría tratarse de algo arrastrado por las olas, pero en cuanto lo elevo por sobre su cabeza, poniendo entre él y la luna para detallarlo, se dio cuenta de lo que sostenía. Se trataba de un dedo cercenado, el índice de la mano de alguna persona. Al ver que estaba “fresco”, volteo a donde Karamaru y entendió lo sucedido.
«Ya veo… El sujeto tenía su mano puesta en el hombro de Karamaru, y cuando pase mi kunai le corte el dedo, a la vez que también cortaba el hombro»
Por un instante se planteo decirle al joven con aspecto de monje lo que había sucedido, pero se dio cuenta que nada arreglaría con eso. El daño estaba hecho y ya. Por lo que quitándole importancia al asunto devolvió el apéndice a la arena, donde lo cubrió para que ahí se quedara.
—Estas herido… Creo que deberíamos subir al pueblo del acantilado, para que te atiendan y descanses un poco —Le propuso a su compañero.
Quizás aquella decisión fuera la mejor.
Kazuma se había quedado un poco insatisfecho y en el fondo deseaba tener un poco mas de acción. Pero aquella noche el destino le daría lo que deseaba y mucho mas, quizás demasiado. Pero de Karamaru dependería si se vería involucrado en la suerte de eventos que le esperaban al peliblanco.
«En otra ocasión será» —Se dijo a si mismo mientras tomaba aire.
Lo primero que hizo fue comprobar el estado en que se encontraba su compañero. Además de un corte un poco profundo en el hombro el chico parecía estar bien, prueba de aquello era el buen estado de ánimo que presentaba. Pero a pesar de reírse se le veía un poco cansado, y quizás fuese por los días que llevaba viajando que la pelea no le pareció tan fácil.
—Al menos salimos bien parados y nos entretuvimos un rato —le respondió, mientras que con amabilidad le posaba una mano sobre el hombro que no estaba herido.
Aun se encontraba muy oscuro y quizás faltaran un poco más de seis hora para que amaneciera. La luna brindaba una luz tenue pero confortable. Kazuma reviso por los alrededores de la hoguera para ver si hallaba algo que hubiesen dejado los matones.
Luego de tantear el suelo a ciegas por un rato, encontró algo que no era ni parecido a lo que esperaba.
De la arena tomo algo. Al principio no distinguía que era, pues era blando y parecía estar húmedo. En principio pensó en que podría tratarse de algo arrastrado por las olas, pero en cuanto lo elevo por sobre su cabeza, poniendo entre él y la luna para detallarlo, se dio cuenta de lo que sostenía. Se trataba de un dedo cercenado, el índice de la mano de alguna persona. Al ver que estaba “fresco”, volteo a donde Karamaru y entendió lo sucedido.
«Ya veo… El sujeto tenía su mano puesta en el hombro de Karamaru, y cuando pase mi kunai le corte el dedo, a la vez que también cortaba el hombro»
Por un instante se planteo decirle al joven con aspecto de monje lo que había sucedido, pero se dio cuenta que nada arreglaría con eso. El daño estaba hecho y ya. Por lo que quitándole importancia al asunto devolvió el apéndice a la arena, donde lo cubrió para que ahí se quedara.
—Estas herido… Creo que deberíamos subir al pueblo del acantilado, para que te atiendan y descanses un poco —Le propuso a su compañero.
Quizás aquella decisión fuera la mejor.
Kazuma se había quedado un poco insatisfecho y en el fondo deseaba tener un poco mas de acción. Pero aquella noche el destino le daría lo que deseaba y mucho mas, quizás demasiado. Pero de Karamaru dependería si se vería involucrado en la suerte de eventos que le esperaban al peliblanco.