30/09/2019, 16:40
Cuanto tocaron la puerta, sería posible ver algo de movimiento a través de la cortina de una de las ventanas de la casa. Un ojo con la pupila totalmente contraída les observaría durante menos de un segundo para luego desaparecer nuevamente en el interior. "La madre, ¿qué está pasando en este pueblo?" Pronto, escucharon el sonido de algunas tablas de madera siendo trasladadas de un lugar a otro en el interior de la casa, hasta que finalmente la puerta se abrió con tal violencia que el aire sacudiría los cabellos de los shinobis.
—¡RÁPIDO ADENTRO!— Dos hombres de inmediato les jalaron y les empujaron con toda la prisa del mundo, cerrando de nuevo la puerta nuevamente con fuerza y colocando de inmediato los maderos en su lugar.
Adentro, una mujer llorando sostenía a un bebé en brazos, acurrucada en una esquina mientras una niña pequeña se agarraba de la parte inferior de su vestido y se cubría el rostro.
—No puede ser...— El hombre observó con ojos horrorizados al anciano que Datsue había estado cargando.
—Esto es malo— El otro hombre se llevó las manos a la cabeza y se acuclilló estando al borde del llanto.
El Yotsuki parpadeó varias veces.
—¿Se puede saber que demonios está pasando?— Se cruzó de brazos.
—N-no lo sabemos, no sabemos nada— Sollozó la mujer. —¡Nos están matando! Y no sabemos porqué— Se dejó caer lentamente, respaldada por la pared, hasta quedar finalmente en el suelo con su nene en brazos y su hija pequeña acariciándole la cara.
—¡RÁPIDO ADENTRO!— Dos hombres de inmediato les jalaron y les empujaron con toda la prisa del mundo, cerrando de nuevo la puerta nuevamente con fuerza y colocando de inmediato los maderos en su lugar.
Adentro, una mujer llorando sostenía a un bebé en brazos, acurrucada en una esquina mientras una niña pequeña se agarraba de la parte inferior de su vestido y se cubría el rostro.
—No puede ser...— El hombre observó con ojos horrorizados al anciano que Datsue había estado cargando.
—Esto es malo— El otro hombre se llevó las manos a la cabeza y se acuclilló estando al borde del llanto.
El Yotsuki parpadeó varias veces.
—¿Se puede saber que demonios está pasando?— Se cruzó de brazos.
—N-no lo sabemos, no sabemos nada— Sollozó la mujer. —¡Nos están matando! Y no sabemos porqué— Se dejó caer lentamente, respaldada por la pared, hasta quedar finalmente en el suelo con su nene en brazos y su hija pequeña acariciándole la cara.