30/09/2019, 17:28
(Última modificación: 30/09/2019, 17:30 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
Todos los presentes se quedaron paralizados por un instante, sin saber que responder o hacer. "Huh, vaya. ¿Desde cuando se le dan tan bien los discursitos heroicos?" Ciertamente, no recordaba que Datsue fue precisamente bueno por ayudar sin echarse de paso una o dos flores encima a sí mismo. "Por lo menos está surtiendo efecto que es lo importante." Sonrió afilado mientras esperaba que los integrantes de aquella familia recuperaban la compostura y se dignaban a hablar.
—Dagao, ayuda al Sabio. Se lo debemos— Señaló de inmediato al anciano que ahora reposaba en el sofá.
—De acuerdo— El hombre se levantó con parsimonia, acercándose al viejo calvo para corroborar su estado.
El otro sujeto, fue entonces a tomar una candela, encendiéndola con unos fósforos y dejando entonces que su rostro fuera más distinguible.
—Me llamo Judao— Se trataba de un hombre de cabellos negros ya entrado en sus treinta, con un cabello largo negro amarrado en una coleta y unos pelos de barba que no fue afeitada en una semana. Vestía de botas, pantalón de lona, una camisa rayada de celeste y blanco y un chaleco rojo. —No, no sé cómo explicarlo... Fue al atardecer y todo estaba normal. De pronto apareció un hombre bestia, era como un oso pero tenía un puro en la boca y una cicatriz en el ojo. Cuando se paraba en dos patas, movía sus garras como las manos de un humano— Tragó saliva, cómo si ni él mismo se creyera lo que estaba diciendo. —¡INCLUSO HABLÓ!— alzó una mano y se estremeció, sacudiendo la vela mientras las bailarinas llamas creaban un confuso juego de sombras dentro de la estancia. —Nos dijo que mataría a todos en el pueblo hasta que no le entregáramos al Sabio... Sabio que ustedes han traído aquí— Suspiró.
—Excuse me, what?— El Yotsuki alzó la ceja y observó al anciano. —¿Sabio de qué? ¿Quién es este sujeto?— Señalo con la palma abierta.
—Existe un monasterio cerca de las montañas del Valle de Unraikyo, cuyos monjes se dedican a venerar al dios Huang Long. No sabemos porque lo quieren, pero ese hombre de ahí es el Sabio líder del Monasterio.
Entonces el de cabellos tricolor dejó caer sus brazos a los costados, flexionó un poco las rodillas y dejó que su cabeza se fuera un poco hacia atrás.
—Ay, por Amenokami...— dijo con tono frustrado.
Estaba empezando a sospechar algo, y no le agradaba la idea.
—Dagao, ayuda al Sabio. Se lo debemos— Señaló de inmediato al anciano que ahora reposaba en el sofá.
—De acuerdo— El hombre se levantó con parsimonia, acercándose al viejo calvo para corroborar su estado.
El otro sujeto, fue entonces a tomar una candela, encendiéndola con unos fósforos y dejando entonces que su rostro fuera más distinguible.
—Me llamo Judao— Se trataba de un hombre de cabellos negros ya entrado en sus treinta, con un cabello largo negro amarrado en una coleta y unos pelos de barba que no fue afeitada en una semana. Vestía de botas, pantalón de lona, una camisa rayada de celeste y blanco y un chaleco rojo. —No, no sé cómo explicarlo... Fue al atardecer y todo estaba normal. De pronto apareció un hombre bestia, era como un oso pero tenía un puro en la boca y una cicatriz en el ojo. Cuando se paraba en dos patas, movía sus garras como las manos de un humano— Tragó saliva, cómo si ni él mismo se creyera lo que estaba diciendo. —¡INCLUSO HABLÓ!— alzó una mano y se estremeció, sacudiendo la vela mientras las bailarinas llamas creaban un confuso juego de sombras dentro de la estancia. —Nos dijo que mataría a todos en el pueblo hasta que no le entregáramos al Sabio... Sabio que ustedes han traído aquí— Suspiró.
—Excuse me, what?— El Yotsuki alzó la ceja y observó al anciano. —¿Sabio de qué? ¿Quién es este sujeto?— Señalo con la palma abierta.
—Existe un monasterio cerca de las montañas del Valle de Unraikyo, cuyos monjes se dedican a venerar al dios Huang Long. No sabemos porque lo quieren, pero ese hombre de ahí es el Sabio líder del Monasterio.
Entonces el de cabellos tricolor dejó caer sus brazos a los costados, flexionó un poco las rodillas y dejó que su cabeza se fuera un poco hacia atrás.
—Ay, por Amenokami...— dijo con tono frustrado.
Estaba empezando a sospechar algo, y no le agradaba la idea.