1/10/2019, 17:26
En efecto, tal y como temía, Kazui tuvo grandes dificultades para levantar aquel pesado saco. No en vano sus brazos apenas eran capaces de ejercer algún tipo de fuerza, y el objeto debía pesar no menos de veinte kilos. El genin tiró y tiró, hasta que sintió que se le iba a partir de la espalda, pero aquella carga no se movía. El anciano se acercó a él, y Kazui pudo verle más de cerca. Era un tipo que debía rondar los cincuenta años, de piel tostada por el Sol y muy arrugada por el trabajo en los arrozales. Vestía con la sencillez de los plebeyos y sus ojos eran marrones, oscuros, muy profundos.
—Gracias, joven —dijo el agricultor, nada más acercarse, incluso aunque Kazui no había sido capaz de ayudarle a cargar aquel saco por su constitución débil—. Es refrescante ver a un shinobi que todavía se preocupa por su gente.
El veterano recolector agarró el saco por un extremo mientras le indicaba a Kazui que lo hiciera por el otro. Cuando ambos tiraron con todas sus fuerzas, la pesada carga se levantó un poco. Haciendo más palanca, el arriero fue capaz de propulsarlo por encima de su cabeza con una maniobra bien ensayada —se notaba ahí su veteranía en el rubro— para terminar de colocarlo sobre los otros dos que llevaba a la espalda. Con una inclinación de cabeza agradeció la ayuda del genin y luego se apresuró a seguir su camino.
Cuando el ninja de la Hierba se volteara en busca de aquel llamado Cuervo, no lo hallaría. No había rastro del joven de cara quemada ni en el sendero ni en ningún lado por allí cerca. Era como si, haciendo honor a su apodo, hubiera echado a volar por encima de los arrozales, elevándose muy lejos de allí...
—Gracias, joven —dijo el agricultor, nada más acercarse, incluso aunque Kazui no había sido capaz de ayudarle a cargar aquel saco por su constitución débil—. Es refrescante ver a un shinobi que todavía se preocupa por su gente.
El veterano recolector agarró el saco por un extremo mientras le indicaba a Kazui que lo hiciera por el otro. Cuando ambos tiraron con todas sus fuerzas, la pesada carga se levantó un poco. Haciendo más palanca, el arriero fue capaz de propulsarlo por encima de su cabeza con una maniobra bien ensayada —se notaba ahí su veteranía en el rubro— para terminar de colocarlo sobre los otros dos que llevaba a la espalda. Con una inclinación de cabeza agradeció la ayuda del genin y luego se apresuró a seguir su camino.
Cuando el ninja de la Hierba se volteara en busca de aquel llamado Cuervo, no lo hallaría. No había rastro del joven de cara quemada ni en el sendero ni en ningún lado por allí cerca. Era como si, haciendo honor a su apodo, hubiera echado a volar por encima de los arrozales, elevándose muy lejos de allí...