10/05/2015, 21:05
Jadeante, pero con una radiante sonrisa de oreja a oreja, la muchacha era incapaz de apartar la mirada de la banda que sostenía entre sus temblorosas manos. La reluciente placa metálica estaba atornillada sobre una tela de color azul y, grabada sobre ella, cuatro rayas verticales recorrían su límpida superficie de arriba a abajo. No podía terminar de creérselo.
—Felicidades, Aotsuki Ayame. Has aprobado el examen —confirmó el jonin que se alzaba frente a ella, un joven de extraños ojos de color rosáceo y cabellos oscuros, y Ayame sintió que algo dentro de ella estallaba de pura felicidad.
—G... ¡¡Gracias, sensei-san!! —exclamó, con los ojos exultantes. Dobló el cuerpo en una rápida reverencia dirigida a aquel y al otro profesor que se alzaba tras su espalda, un hombre de colosales dimensiones cuyo rostro estaba cubierto casi por completo por una cabellera y una barba enmarañadas, y después se dio media vuelta para salir como una exhalación del salón de examen.
Y tal era su júbilo que, al girar una de las esquinas que habrían de llevarla al ascensor, apenas tuvo tiempo de corregir el rumbo para no tropezar con una persona de largos cabellos dorados y ropajes rojizos que parecía tener más prisa que ella misma.
«¡Ay! ¡Por qué poco!» Se dio la vuelta, justo en el momento en el que el recién llegado dobló la esquina y se perdió de vista. Sus apresurados pasos pronto dejaron de ser siquiera audibles. «Llega tarde al examen» Comprendió. Tras haber pasado lista, a ella le había tocado el último puesto, por lo que aquel quedaba fuera del plazo ya. Y aunque no le había reconocido y ni siquiera sabía si le conocería de algo, sintió algo de lástima por él. Para sus adentros rogó que los profesores no se lo tuvieran muy en cuenta.
Fue en el transcurso del ascensor cuando aprovechó para sustituir la banda de tela que cubría su frente con el flamante protector frontal que acababa de recibir. Salió del edificio henchida de orgullo, pero en cuanto atravesó las puertas del torreón un latigazo de dolor restalló en su hombro, torciendo su gesto en una mueca de dolor.
—¡Eh, alien, parece que estás muy orgullosa de ti misma!
Aquella voz la sobresaltó, pero ni siquiera necesitó darse la vuelta para saber quiénes eran los que se estaban refiriendo a ella de aquella manera. Se mordió el labio inferior, con un súbito dolor en el pecho, y echó a correr súbitamente para alejarse del lugar.
—¡EH! ¡¿Vas a llamar a tu líder para regresar a tu nave, alien?!
Las carcajadas que sucedieron a aquella nueva burla se clavaron sobre ella como cientos de kunais, pero la muchacha sacudió la cabeza, tratando de reprimir las lágrimas.
«No importa... No importa... No les hagas caso... Se repetía, una y otra vez. Pero lo cierto era que era más fácil decirlo que hacerlo. No importa... Porque he conseguido graduarme. Ahora soy una kunoichi.
Shinobi, al fin»
Debería haber vuelto a casa directamente y comunicar la buena nueva a su familia, pero su carrera la había llevado a un pequeño rincón escondido en la orilla este del Gran Lago de Amegakure. Más de una vez había acudido allí cuando necesitaba estar sola y relajarse, o simplemente pensar. Era un pequeño escondrijo oculto entre varios sauces que daba directamente a las aguas del lago. Por su posición discreta, la gente no solía acudir allí a menudo, por lo que Ayame lo había terminado por hacer suyo de alguna manera.
Y allí, sentada sobre la misma orilla, la muchacha empapaba una y otra vez la tela que anteriormente había cubierto su frente en las gélidas aguas del lago y se la aplicaba sobre el hombro derecho entre gestos de dolor e incomodidad. No podía presentarse así ante su padre y su hermano, herida en su orgullo y dolorida como estaba.
—Felicidades, Aotsuki Ayame. Has aprobado el examen —confirmó el jonin que se alzaba frente a ella, un joven de extraños ojos de color rosáceo y cabellos oscuros, y Ayame sintió que algo dentro de ella estallaba de pura felicidad.
—G... ¡¡Gracias, sensei-san!! —exclamó, con los ojos exultantes. Dobló el cuerpo en una rápida reverencia dirigida a aquel y al otro profesor que se alzaba tras su espalda, un hombre de colosales dimensiones cuyo rostro estaba cubierto casi por completo por una cabellera y una barba enmarañadas, y después se dio media vuelta para salir como una exhalación del salón de examen.
Y tal era su júbilo que, al girar una de las esquinas que habrían de llevarla al ascensor, apenas tuvo tiempo de corregir el rumbo para no tropezar con una persona de largos cabellos dorados y ropajes rojizos que parecía tener más prisa que ella misma.
«¡Ay! ¡Por qué poco!» Se dio la vuelta, justo en el momento en el que el recién llegado dobló la esquina y se perdió de vista. Sus apresurados pasos pronto dejaron de ser siquiera audibles. «Llega tarde al examen» Comprendió. Tras haber pasado lista, a ella le había tocado el último puesto, por lo que aquel quedaba fuera del plazo ya. Y aunque no le había reconocido y ni siquiera sabía si le conocería de algo, sintió algo de lástima por él. Para sus adentros rogó que los profesores no se lo tuvieran muy en cuenta.
Fue en el transcurso del ascensor cuando aprovechó para sustituir la banda de tela que cubría su frente con el flamante protector frontal que acababa de recibir. Salió del edificio henchida de orgullo, pero en cuanto atravesó las puertas del torreón un latigazo de dolor restalló en su hombro, torciendo su gesto en una mueca de dolor.
—¡Eh, alien, parece que estás muy orgullosa de ti misma!
Aquella voz la sobresaltó, pero ni siquiera necesitó darse la vuelta para saber quiénes eran los que se estaban refiriendo a ella de aquella manera. Se mordió el labio inferior, con un súbito dolor en el pecho, y echó a correr súbitamente para alejarse del lugar.
—¡EH! ¡¿Vas a llamar a tu líder para regresar a tu nave, alien?!
Las carcajadas que sucedieron a aquella nueva burla se clavaron sobre ella como cientos de kunais, pero la muchacha sacudió la cabeza, tratando de reprimir las lágrimas.
«No importa... No importa... No les hagas caso... Se repetía, una y otra vez. Pero lo cierto era que era más fácil decirlo que hacerlo. No importa... Porque he conseguido graduarme. Ahora soy una kunoichi.
Shinobi, al fin»
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Debería haber vuelto a casa directamente y comunicar la buena nueva a su familia, pero su carrera la había llevado a un pequeño rincón escondido en la orilla este del Gran Lago de Amegakure. Más de una vez había acudido allí cuando necesitaba estar sola y relajarse, o simplemente pensar. Era un pequeño escondrijo oculto entre varios sauces que daba directamente a las aguas del lago. Por su posición discreta, la gente no solía acudir allí a menudo, por lo que Ayame lo había terminado por hacer suyo de alguna manera.
Y allí, sentada sobre la misma orilla, la muchacha empapaba una y otra vez la tela que anteriormente había cubierto su frente en las gélidas aguas del lago y se la aplicaba sobre el hombro derecho entre gestos de dolor e incomodidad. No podía presentarse así ante su padre y su hermano, herida en su orgullo y dolorida como estaba.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)