5/10/2019, 17:30
Sucedió. Era improbable que pasase, pero aún así, ese niñato vestido de colores chillones volvió a avergonzar el nombre de los shinobi, y tras probar un poco de té, lo que estaba intentando tragar acabó encima del Señor Feudal. El problema es que con aquella inusitada situación, el otro no dio ni un sorbo. Por él, como si ambos lo hubieran escupido. Bastaba que la lengua entrase en contacto con el té. Sólo un poco. Como estaba a punto de comprobar Yota, que se vió a sí mismo paralizado en el sitio, rígido como una piedra, los ojos muy abiertos.
—Aaaaa... aaaa... aaaa —fue lo único que Yota pudo balbucear, hecho un pelele total.
¡Zac, zac, zac! Tres dardos chocaron contra el pecho y el abdomen de Juro, perforándole e inoculando el mismo veneno, directamente en sus venas.
—Sois una puta desgracia para el nombre de los shinobi. Y aún por encima de que hagáis mal vuestro trabajo, entorpecéis el mío.
—Aaaaa... aaaa... aaaa —fue lo único que Yota pudo balbucear, hecho un pelele total.
¡Zac, zac, zac! Tres dardos chocaron contra el pecho y el abdomen de Juro, perforándole e inoculando el mismo veneno, directamente en sus venas.
—Sois una puta desgracia para el nombre de los shinobi. Y aún por encima de que hagáis mal vuestro trabajo, entorpecéis el mío.
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