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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#3
El otro, que acompañaba al Uchiha calcinado, era un hombre azul. Muy azul. De largos cabellos de color océano que caían sobre su espalda como olas de mar. Kaido era alto, fuerte, musculado. Tenía un interesante tatuaje de dragón en su brazo izquierdo, cuyas fauces abiertas y amenazantes acababan a la altura del hombro. Vestía una camisa de mangas cortas que permitían que la marca del Dragón se viera, y el resto de su conjunto era un básico juego de pantalón y botas militares oscuras, con un cinturón perlado que sostenía una Uchigatana enfundada a su espalda. Ni rastros de ese enorme espadón de sierra suyo, que ahora reposaba tranquilamente en las cavernas de Ryūgū-jō.

—¿Uhm? —vocalizó el escualo, que torció el gesto con la nariz arrugada en dirección adónde Akame había visualizado a un tal Yota. Kaido conocía aquél nombre, pero había pasado tanto tiempo desde la última vez que había visto al muchacho que lo ostentaba que ya le daba por muerto, como hacía con todos a los que consideraba como pequeños parásitos débiles que solo le quitaban el oxígeno a otros—. ¿Yota, has dicho? ¿El Yota?

El Yota del que hablaba él era uno que había salido cagando leches de una misteriosa y peligrosa isla llamada Monotonía, donde Datsue, Akame y Kaido libraron una batalla contra fanáticos religiosos que buscaban asesinarle. El Yota del que hablaba él era uno que se había cagado en los pantalones junto a un amiguito suyo también kusajin; cuando Kaido cruzaba parte de su territorio tras haberse exiliado de Amegakure.

—No-me-jodas chaval. ¡Eres tú! ¡¿no me has olvidado, verdad?! ¡soy yo, Kaido! ¡el que te asustó allá en El Nido del Sur! ¡Juuuuuuuujuju! Joder, Akame. ¿No te he contado esa historia, verdad?
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Mensajes en este tema
RE: De agallas y telarañas va la cosa - por Umikiba Kaido - 6/10/2019, 04:11


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