9/10/2019, 00:48
(Última modificación: 9/10/2019, 00:52 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Tener coraje y decisión estaba bien. Saber sobreponerte a las adversidades, también. Eran valores fundamentales que todo ninja —no, que toda persona— deberían tener. Pero había que saber reconocer cuando parar. Los extremos solían ser malos. A veces, era bueno conocer tus limitaciones. Y aceptarlas. Por el bien de uno.
Daigo desoyó su cuerpo, buscando llegar cuanto antes a su destino. Craso error. Por algo había un dicho que rezaba: vísteme despacio que tengo prisa. ¿Enfermo, y tirándose de cabeza al desierto con aquellas temperaturas extremas? El kusajin acababa de lanzarse al Yomi de cabeza…
… e Izanami lo recibió con los brazos abiertos. Amaterasu, en lo alto, era un ojo abierto que no despegaba la mirada de él ni por un segundo. Oh, y fueron muchos segundos. Demasiados. El horizonte se ondulaba; la arena brillaba, roja, como si estuviese en ascuas; y el cielo estaba dibujado de un curioso color púrpura.
¿Púrpura?
Sí, púrpura. Y había nubes, ¡muchas! Sabían a algodón de azúcar. Daigo lo sabía porque las estaba comiendo. ¿Cómo? ¡Muy fácil, a bocados! Simplemente flotaba hasta ellas y le hincaba el diente a las que mejor pinta tenían. Cómo consiguió volar era otro tema. Su cerebro trató de buscarle una explicación, pero se sentía tan bien allí arriba, tan libre, que se rindió a los pocos segundos. ¿Qué más daba? ¡Lo importante era que podía hacerlo! Y aquellas cosas eran como cuando montas en bicicleta: una vez aprendes, nunca lo olvidas.
O eso creía, hasta que empezó a caer en picado.
—Daigo… ¡Daigo! —oyó desde abajo. Desde arriba. Desde todas partes—. Pero vamos a ver, chico. ¿No te dije que tuvieses cuidado con el desierto? ¿No te avisé que no lo subestimases? ¡Mírate ahora!
Ahora estaba… Estaba… Estaba sumergido en la arena. Ya no volaba, ya no cruzaba el cielo como un pirata sobre el mar. Tenía todo el cuerpo enterrado y solo la cabeza afuera. La arena le oprimía. Le abrasaba.
Kenzou le dio una de sus collejas, y aunque Daigo no logró abrir los ojos para verle, de alguna manera, sintió que era él. Las collejas de Kenzou-sama eran demasiado características.
—¿Y ahora qué vamos a hacer?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado