9/10/2019, 14:48
—¡Y-y yo soy S-Sagisō Ranko! ¡M-mucho gusto!
La chica le dedicó una reverencia a la mujer, quien les sonrió amablemente al trío.
—Ah, qué chicos tan educados. Me alegra, me alegra. Espero que Nubu-chan pueda aprender mucho de ustedes. Adelante.
Se dirigió entonces hacia la casa y les instó a seguirla. Cruzarían entonces el camino de piedra, hasta el pórtico de la casa. Se quitó las sandalias mientras se volteaba brevemente para hablar con los chicos.
—¿Puedo ofrecerles algo de beber antes de comenzar? ¿Un té o…?
La mujer deslizó la puerta y se hizo a un lado para invitarlos a pasar. Si el tiempo se hubiese detenido, habrían apreciado una amplia estancia. Las ventanas de los lados iluminaban a la perfección la sala, mostrando una mesa de acabado extranjero, y piso más que limpios. Había ornamentos con caligrafía y flores colgados de las paredes. En la pared opuesta se lograba ver una mesita con distintos artilugios metálicos y de cristal, amén de varias notas a papel a un lado. Sin embargo, lo que captaría la atención de los genin en el segundo en que se abriera la puerta, sería un niño pequeño, de revueltos cabellos castaños, vestido de pantalón y camisa marrones, con un chalequito verde que se parecía mucho a los que portan los chūnin.
—¡Jutsu de ataque sorpresa! —gritaría mientras agitaba los brazos y lanzaba objetos planos en dirección al trío de genin.
—¡NUBU!
Los objetos eran shuriken hechos de cartón. Varios cayeron sin más al suelo, sin alejarse más de medio metro del niño, un par volaron cerca del rostro de Daigo, otros rebotaron en el suelo al lado de los pies de Kazuma, y uno se coló entre los varones y le acertó a Ranko en la frente.
—¡Ay!
—Pff… ¡Pues no son tan ninjas!
—¡Nubu! ¡Te he dicho que no arrojes cosas dentro de la casa! —La mujer, visiblemente molesta, se adentró en la sala para darle un tirón de oreja al pequeño.
—¡Peroperopero…! ¡Aaay!
—Lo lamento, chicos. Éste es mi Nubu-chan. Espero que se comporte bien con ustedes. —Furie recalcó algunas palabras, pero el niño se metió las manos en los bolsillos e infló la mejilla, mirada baja.
Si se fijaban, verían que el chaleco de Nubu estaba hecho a mano, aunque no presentaba el detalle ni el número de bolsas que un chaleco chūnin original. Verían además que el infante portaba un pañuelo atado a la frente, en el cual había un rectángulo de cartón sujeto con dos broches. En el cartón se veía lo que podía interpretarse ya sea como el símbolo de Kusagakure, como un zigzag apresurado.
La chica le dedicó una reverencia a la mujer, quien les sonrió amablemente al trío.
—Ah, qué chicos tan educados. Me alegra, me alegra. Espero que Nubu-chan pueda aprender mucho de ustedes. Adelante.
Se dirigió entonces hacia la casa y les instó a seguirla. Cruzarían entonces el camino de piedra, hasta el pórtico de la casa. Se quitó las sandalias mientras se volteaba brevemente para hablar con los chicos.
—¿Puedo ofrecerles algo de beber antes de comenzar? ¿Un té o…?
La mujer deslizó la puerta y se hizo a un lado para invitarlos a pasar. Si el tiempo se hubiese detenido, habrían apreciado una amplia estancia. Las ventanas de los lados iluminaban a la perfección la sala, mostrando una mesa de acabado extranjero, y piso más que limpios. Había ornamentos con caligrafía y flores colgados de las paredes. En la pared opuesta se lograba ver una mesita con distintos artilugios metálicos y de cristal, amén de varias notas a papel a un lado. Sin embargo, lo que captaría la atención de los genin en el segundo en que se abriera la puerta, sería un niño pequeño, de revueltos cabellos castaños, vestido de pantalón y camisa marrones, con un chalequito verde que se parecía mucho a los que portan los chūnin.
—¡Jutsu de ataque sorpresa! —gritaría mientras agitaba los brazos y lanzaba objetos planos en dirección al trío de genin.
—¡NUBU!
Los objetos eran shuriken hechos de cartón. Varios cayeron sin más al suelo, sin alejarse más de medio metro del niño, un par volaron cerca del rostro de Daigo, otros rebotaron en el suelo al lado de los pies de Kazuma, y uno se coló entre los varones y le acertó a Ranko en la frente.
—¡Ay!
—Pff… ¡Pues no son tan ninjas!
—¡Nubu! ¡Te he dicho que no arrojes cosas dentro de la casa! —La mujer, visiblemente molesta, se adentró en la sala para darle un tirón de oreja al pequeño.
—¡Peroperopero…! ¡Aaay!
—Lo lamento, chicos. Éste es mi Nubu-chan. Espero que se comporte bien con ustedes. —Furie recalcó algunas palabras, pero el niño se metió las manos en los bolsillos e infló la mejilla, mirada baja.
Si se fijaban, verían que el chaleco de Nubu estaba hecho a mano, aunque no presentaba el detalle ni el número de bolsas que un chaleco chūnin original. Verían además que el infante portaba un pañuelo atado a la frente, en el cual había un rectángulo de cartón sujeto con dos broches. En el cartón se veía lo que podía interpretarse ya sea como el símbolo de Kusagakure, como un zigzag apresurado.
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