19/10/2019, 21:07
Durante unos momentos, no supo qué estaba pasando. ¿Había regresado a su cuerpo? ¿Continuaba con el Bijuu? Hubo un fogonazo. Después, una gran humareda de polvo. Casi por casualidad, sintió como las esposas que antes le atenazaban se rompía. Su cuerpo se movía.
¿Era él quién estaba moviendo su cuerpo? No. Algo más ocurría.
« ¿Qué... es... esta sensación? » — De repente, había sido imbuido por un extraño poder que había recorrido todo su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de sus dedos. Su cuerpo había sido recubierto por una enorme masa de chakra verde y morada. Ya no caminaba a dos patas, sino a cuatro. Dos alas habían surgido de su espalda, revelándose contra la naturaleza de su humanidad. Cinco colas ondeaban a través del polvo y la ceniza. Su cabeza ahora estaba protegida por un yelmo de escarabajo.
El chakra puro saliendo de su cuerpo había destruido las cadenas que le ataban, igual que el suelo y sus alrededores, en una gran explosión. Yubiwa-Kurama había retrocedido unos metros, por la fuerza del impacto. Por su fuerza .
Ahora Juro no controlaba su cuerpo. Era el bijuu quien lo hacía. Chōmei .
Comprender esto no hizo que sintiera sintió miedo, ni asco. Era... incluso agradable. Como una fuente enorme de calor abrazando su cuerpo constantemente. Se sentía agobiado ante aquella nueva sensación, abrumado por un poder que nunca había creído posible tener. Pero también capaz. Mucho más capaz de lo que había sido nunca. Tenía el poder de una de las nueve criaturas más poderosas del mundo. Sentía que podía hacerlo. Desde que aquel mercenario y Yubiwa se había impuesto hacia él. No, incluso antes. Desde que había sabido de la existencia de los generales había decidido esconderse. Pero ahora, ahora...
« Puedo derrotarle. No. Podemos derrotarle »
Kurama se alzó ante ellos, primero furioso, luego, negociante. Trataba de que Chōmei recapacitase y se uniese a él. Pero él no lo haría. Juro no necesitó escucharle, lo sabía, igual que sabía que ahora estaban unidos por más que un sello.
Y entonces, sintió que su cuerpo le pertenecía otra vez.
Lo recordaba. Lo sabía. Nadie nunca le había enseñado a hacerlo, pero no hacía falta. Nadie enseñaba a los pájaros a volar. A los peces a nadar. A los humanos a respirar. Todo su ser lo sabía. Él, ser humano y parte Bijuu, iba a oponerse contra el imperio de Kurama. A quel sería el disparo de la rebelión.
Juro abrió sus fauces repletas de dientes afilados como cuchillos, a través del casco de escarabajo. Una ingente cantidad de chakra comenzó a surgir del ambiente: en forma de bolas blancas y negras que se comenzaron a arremolinar a su alrededor. Sus colas se movieron al son, juntando aquella enorme masa, que poco a poco, comenzaba a tomar la forma de una bola compacta y perfecta. Un proyectil capaz de destruir villas, montañas y ciudades.
Por un momento, Oonindo entero se sumió en el silencio. Pronto, la destrucción de una bestia y la furia de un shinobi se llevarían una pequeña porción de aquel hermoso mundo.
La criatura se tragó la bola. Entonces, observó a la persona que tenía delante. Puede que solo fuera un peón de Kurama, pero era el que recibiría su odio. El causante de que todo aquello hubiera pasado. De que Yota fuera asesinado. De que todo hubiera acabado de esa manera. Puede que él hubiera perdido su humanidad en ese momento, pero sabía que aquella persona que tenía delante era el verdadero monstruo de la cueva.
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! — Gritó con frustración y rabia, soltando todo lo que su corazón había estado aguantando desde que había visto a su mejor amigo caer desde una ventana, como un vulgar muñeco. El suelo se hundía a sus pies y el aire parecía arremolinarse y volar en plena locura, pero no le importaba: la naturaleza acompasaba a la tormenta que había en su interior.
Una esfera salió disparada en forma de bala. Era negra y llenaba en su creación el símbolo de la más pura destrucción. Juro la dirigió hacia Yubiwa, por primera vez, dispuesto a matar a un hombre a sangre fría.
¿Era él quién estaba moviendo su cuerpo? No. Algo más ocurría.
« ¿Qué... es... esta sensación? » — De repente, había sido imbuido por un extraño poder que había recorrido todo su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de sus dedos. Su cuerpo había sido recubierto por una enorme masa de chakra verde y morada. Ya no caminaba a dos patas, sino a cuatro. Dos alas habían surgido de su espalda, revelándose contra la naturaleza de su humanidad. Cinco colas ondeaban a través del polvo y la ceniza. Su cabeza ahora estaba protegida por un yelmo de escarabajo.
El chakra puro saliendo de su cuerpo había destruido las cadenas que le ataban, igual que el suelo y sus alrededores, en una gran explosión. Yubiwa-Kurama había retrocedido unos metros, por la fuerza del impacto. Por su fuerza .
Ahora Juro no controlaba su cuerpo. Era el bijuu quien lo hacía. Chōmei .
Comprender esto no hizo que sintiera sintió miedo, ni asco. Era... incluso agradable. Como una fuente enorme de calor abrazando su cuerpo constantemente. Se sentía agobiado ante aquella nueva sensación, abrumado por un poder que nunca había creído posible tener. Pero también capaz. Mucho más capaz de lo que había sido nunca. Tenía el poder de una de las nueve criaturas más poderosas del mundo. Sentía que podía hacerlo. Desde que aquel mercenario y Yubiwa se había impuesto hacia él. No, incluso antes. Desde que había sabido de la existencia de los generales había decidido esconderse. Pero ahora, ahora...
« Puedo derrotarle. No. Podemos derrotarle »
Kurama se alzó ante ellos, primero furioso, luego, negociante. Trataba de que Chōmei recapacitase y se uniese a él. Pero él no lo haría. Juro no necesitó escucharle, lo sabía, igual que sabía que ahora estaban unidos por más que un sello.
Y entonces, sintió que su cuerpo le pertenecía otra vez.
«¿Recuerdas el Examen de Chuunin? ¿Recuerdas lo que hizo Kokuō, Juro-kun?»
«Dale fuerte. Sin piedad. ¡Bájale esos humos!»
Lo recordaba. Lo sabía. Nadie nunca le había enseñado a hacerlo, pero no hacía falta. Nadie enseñaba a los pájaros a volar. A los peces a nadar. A los humanos a respirar. Todo su ser lo sabía. Él, ser humano y parte Bijuu, iba a oponerse contra el imperio de Kurama. A quel sería el disparo de la rebelión.
Juro abrió sus fauces repletas de dientes afilados como cuchillos, a través del casco de escarabajo. Una ingente cantidad de chakra comenzó a surgir del ambiente: en forma de bolas blancas y negras que se comenzaron a arremolinar a su alrededor. Sus colas se movieron al son, juntando aquella enorme masa, que poco a poco, comenzaba a tomar la forma de una bola compacta y perfecta. Un proyectil capaz de destruir villas, montañas y ciudades.
Por un momento, Oonindo entero se sumió en el silencio. Pronto, la destrucción de una bestia y la furia de un shinobi se llevarían una pequeña porción de aquel hermoso mundo.
La criatura se tragó la bola. Entonces, observó a la persona que tenía delante. Puede que solo fuera un peón de Kurama, pero era el que recibiría su odio. El causante de que todo aquello hubiera pasado. De que Yota fuera asesinado. De que todo hubiera acabado de esa manera. Puede que él hubiera perdido su humanidad en ese momento, pero sabía que aquella persona que tenía delante era el verdadero monstruo de la cueva.
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! — Gritó con frustración y rabia, soltando todo lo que su corazón había estado aguantando desde que había visto a su mejor amigo caer desde una ventana, como un vulgar muñeco. El suelo se hundía a sus pies y el aire parecía arremolinarse y volar en plena locura, pero no le importaba: la naturaleza acompasaba a la tormenta que había en su interior.
Una esfera salió disparada en forma de bala. Era negra y llenaba en su creación el símbolo de la más pura destrucción. Juro la dirigió hacia Yubiwa, por primera vez, dispuesto a matar a un hombre a sangre fría.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60