23/10/2019, 23:05
—Entiendo lo que me dices, Yota-kun, pero ya hemos avisado a Kenzou. No podemos hacer más. El teléfono no estará listo hasta dentro de unos meses. Por favor, túmbate y descansa —dijo Yamauchi—. Puede que hayamos perdido a tu compañero, y te comprendo. Pero si no paras de moverte, podrías morir.
«¡Kurama-sama! ¡Vayámonos! ¡Va a...!»
«¡No! ¡Espera!»
—¡Hermano! ¡Aún estás a tiempo de reconsider...! —«¡Basta! ¡Va a dispararla!»
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
La esfera de energía negra salió disparada e impactó de lleno contra el vientre de Yubiwa, a quien de pronto abandonó el espíritu de Kurama en forma de ojos rasgados. Juro vio entonces la mirada de un hombre aterrorizado, que era arrastrado contra su voluntad, los pies despegados del suelo, los brazos hacia adelante como un pelele sin vida. La esfera se creció a medida que avanzaba comiendo suelo, comiendo paredes y haciendo temblar la tierra. Salió por la entrada de la cueva partiendo en dos la catarata. Cuando las aguas se cerraron, sólo quedó con Juro el silencio.
Y su buen amigo Chōmei.
Yubiwa fue arrastrado mucho más, hacia el océano. Volaba por encima del océano, sabiendo el destino final de aquél proyectil. Rechinó los dientes en una última mueca de sufrimiento, y cuando la esfera brilló, también lo hicieron los dos anillos que llevaba por ojos.
Aquél estallido provocó una ola gigantesca que chocaría contra la montaña y también, más tarde y en otro lugar de Oonindo, sorprendería a los bañistas de las Costas del Remolino, aunque afortunadamente quedaría sólo en anécdota. Juro, por su parte, sólo vio el brillo a través de la cascada, y sintió el temible temblor recorriéndole de arriba a abajo.
Y ese fue el día...
...en el que el Sexto General de Kurama murió.
· · ·
«¡Kurama-sama! ¡Vayámonos! ¡Va a...!»
«¡No! ¡Espera!»
—¡Hermano! ¡Aún estás a tiempo de reconsider...! —«¡Basta! ¡Va a dispararla!»
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
La esfera de energía negra salió disparada e impactó de lleno contra el vientre de Yubiwa, a quien de pronto abandonó el espíritu de Kurama en forma de ojos rasgados. Juro vio entonces la mirada de un hombre aterrorizado, que era arrastrado contra su voluntad, los pies despegados del suelo, los brazos hacia adelante como un pelele sin vida. La esfera se creció a medida que avanzaba comiendo suelo, comiendo paredes y haciendo temblar la tierra. Salió por la entrada de la cueva partiendo en dos la catarata. Cuando las aguas se cerraron, sólo quedó con Juro el silencio.
Y su buen amigo Chōmei.
Yubiwa fue arrastrado mucho más, hacia el océano. Volaba por encima del océano, sabiendo el destino final de aquél proyectil. Rechinó los dientes en una última mueca de sufrimiento, y cuando la esfera brilló, también lo hicieron los dos anillos que llevaba por ojos.
Aquél estallido provocó una ola gigantesca que chocaría contra la montaña y también, más tarde y en otro lugar de Oonindo, sorprendería a los bañistas de las Costas del Remolino, aunque afortunadamente quedaría sólo en anécdota. Juro, por su parte, sólo vio el brillo a través de la cascada, y sintió el temible temblor recorriéndole de arriba a abajo.
Y ese fue el día...
...en el que el Sexto General de Kurama murió.