25/10/2019, 16:45
Claramente frustrada por la situación que le tocaba vivir, Ranko dedicó algunos segundos a pensar. ¿Dónde debía buscar al forajido? ¿Habría vuelto a La Cucurbita a servir de refuerzo a sus compañeros? ¿O estaría buscando nuevas víctimas en Yachi?
La kunoichi de Kusagakure se decantó por aquella última opción, y echó a correr en la misma dirección que habían tomado los ciudadanos espantados. Pero las calles estaban completamente desiertas, la voz no había tardado en extenderse como la pólvora, y ahora todos los habitantes de Yachi habían buscado refugio, ya fuera en sus casas, en las de sus vecinos, amigos o familiares; e incluso en locales comerciales. Cualquier cosa con tal de no estar cerca del epicentro de la bomba de relojería.
Pero del bandido no había ningún rastro.
Sin embargo, al cabo de varios largos segundos, escuchó unos pasos acercándose a toda velocidad hacia ella. Apenas una sombra azul y negra que se interpuso frente a la kunoichi.
—Al fin... ¡Al fin te encuentro! —exclamó Ayame, entre respiraciones agitadas—. ¿Dónde está el kamikaze?
La kunoichi de Kusagakure se decantó por aquella última opción, y echó a correr en la misma dirección que habían tomado los ciudadanos espantados. Pero las calles estaban completamente desiertas, la voz no había tardado en extenderse como la pólvora, y ahora todos los habitantes de Yachi habían buscado refugio, ya fuera en sus casas, en las de sus vecinos, amigos o familiares; e incluso en locales comerciales. Cualquier cosa con tal de no estar cerca del epicentro de la bomba de relojería.
Pero del bandido no había ningún rastro.
Sin embargo, al cabo de varios largos segundos, escuchó unos pasos acercándose a toda velocidad hacia ella. Apenas una sombra azul y negra que se interpuso frente a la kunoichi.
—Al fin... ¡Al fin te encuentro! —exclamó Ayame, entre respiraciones agitadas—. ¿Dónde está el kamikaze?