25/10/2019, 17:37
La tormenta que Juro estaba sintiendo en su interior liberó un arma de destrucción masiva. Aquel proyectil, cuyo poder el joven aún no acababa de entender del todo, surgió hacia el hombre objeto de su odio.
Sin embargo, cuando aquella esfera negra impactó contra su enemigo, Juro dejó de ver los ojos rojos del odio clavados en él o la amenaza a su vida. En ese mismo momento, lo que vio fue la mirada de un hombre que temía morir. De una marioneta, controlada por los designios de un cruel titiritero. Durante esos instantes, todo el odio que sentía se disipó. Ya no veía razones para sentir desprecio por él. El único sentimiento que le producía era...lástima.
Entonces, la esfera negra se lo llevó, devorando parte de la tierra y haciendo temblar hasta los cimientos del mundo. Solo cuando atravesó la cascada, abriendo las aguas, desapareció tras la cortina natural que formaba aquel paisaje. Lo último que vio fue un destello.
Juro tuvo un escalofrío, que recorrió su espina dorsal. La tormenta en su interior había amainado.
— Hemos ganado — murmuró, por lo bajo. Lo repitió —, Sigo vivo.
« No te confíes. Esto no ha terminado aún » — dijo una voz a la que ya estaba empezando a acostumbrarse. Chomei —. « Debemos ponernos a salvo.»
— Tengo que volver a la villa — murmuró. Juro aun estaba bloqueado. Seguía sin asimilar que aquella criatura de la que siempre había temido ahora le había dado la mano tan alegremente y estuviera dispuesta a prestarle poder y conversar. Por el momento, sabía que necesitaba huir de aquel lugar.
¿Y si Yubiwa no estaba solo? ¿Y si había algun general más por ahí? Juro tembló, consciente del peligro que aún corría. Si no conseguía volver a la villa, todo habría sido en vano. Y esa técnica que acababa de usar había sido una perfecta vengala para llamar la atención de quien quiera que estuviera cerca.
« Calma, Juro-kun. La suerte está de nuestro lado, ¿recuerdas? »
Eras unas palabras simples, pero el chico realmente las sentía. Suerte había sido sobrevivir a la captura y poder recuperar sus sentidos antes de que llegara Yubiwa. Suerte había sido que Chomei decidiera ayudarle. También que Yubiwa no hubiera podido defenderse de su técnica. Puede que la suerte fuera un factor externo, o algo que estuvieran creando.
Lo único que sabía es que necesitaba un poco más de ella para llegar vivo a casa. Y Chomei parecía rebosarla. Por eso se sintió un poco mejor.
Empezó a caminar, dispuesto a salir fuera de la cascada. Pero era consciente de que con aquel poder no podía ir muy lejos. Cerró los ojos y trató de dominarlo: de eliminar la capa de chakra que le recubría y le daba ese aspecto monstruoso. Si quería escapar, tenía que hacerlo sin llamar tanto la atención.
Antes de salir de la cueva, le dirigió unos últimos pensamientos a Yubiwa. Pobre hombre.
«Sí, puede que al final, yo solo sea un niño con una placa dorada » — pensó, con lástima —. «Pero tú fuiste un lunático que abandonó a los suyos por un sueño inalcanzable. Eso fue lo que te mató »
Sin embargo, cuando aquella esfera negra impactó contra su enemigo, Juro dejó de ver los ojos rojos del odio clavados en él o la amenaza a su vida. En ese mismo momento, lo que vio fue la mirada de un hombre que temía morir. De una marioneta, controlada por los designios de un cruel titiritero. Durante esos instantes, todo el odio que sentía se disipó. Ya no veía razones para sentir desprecio por él. El único sentimiento que le producía era...lástima.
Entonces, la esfera negra se lo llevó, devorando parte de la tierra y haciendo temblar hasta los cimientos del mundo. Solo cuando atravesó la cascada, abriendo las aguas, desapareció tras la cortina natural que formaba aquel paisaje. Lo último que vio fue un destello.
Juro tuvo un escalofrío, que recorrió su espina dorsal. La tormenta en su interior había amainado.
— Hemos ganado — murmuró, por lo bajo. Lo repitió —, Sigo vivo.
« No te confíes. Esto no ha terminado aún » — dijo una voz a la que ya estaba empezando a acostumbrarse. Chomei —. « Debemos ponernos a salvo.»
— Tengo que volver a la villa — murmuró. Juro aun estaba bloqueado. Seguía sin asimilar que aquella criatura de la que siempre había temido ahora le había dado la mano tan alegremente y estuviera dispuesta a prestarle poder y conversar. Por el momento, sabía que necesitaba huir de aquel lugar.
¿Y si Yubiwa no estaba solo? ¿Y si había algun general más por ahí? Juro tembló, consciente del peligro que aún corría. Si no conseguía volver a la villa, todo habría sido en vano. Y esa técnica que acababa de usar había sido una perfecta vengala para llamar la atención de quien quiera que estuviera cerca.
« Calma, Juro-kun. La suerte está de nuestro lado, ¿recuerdas? »
Eras unas palabras simples, pero el chico realmente las sentía. Suerte había sido sobrevivir a la captura y poder recuperar sus sentidos antes de que llegara Yubiwa. Suerte había sido que Chomei decidiera ayudarle. También que Yubiwa no hubiera podido defenderse de su técnica. Puede que la suerte fuera un factor externo, o algo que estuvieran creando.
Lo único que sabía es que necesitaba un poco más de ella para llegar vivo a casa. Y Chomei parecía rebosarla. Por eso se sintió un poco mejor.
Empezó a caminar, dispuesto a salir fuera de la cascada. Pero era consciente de que con aquel poder no podía ir muy lejos. Cerró los ojos y trató de dominarlo: de eliminar la capa de chakra que le recubría y le daba ese aspecto monstruoso. Si quería escapar, tenía que hacerlo sin llamar tanto la atención.
Antes de salir de la cueva, le dirigió unos últimos pensamientos a Yubiwa. Pobre hombre.
«Sí, puede que al final, yo solo sea un niño con una placa dorada » — pensó, con lástima —. «Pero tú fuiste un lunático que abandonó a los suyos por un sueño inalcanzable. Eso fue lo que te mató »
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60