3/11/2019, 15:57
Kincho mantuvo su mirada indómita sobre la muchacha, cuya reacción delataba el hecho de que, quizás, sólo quizás, su instinto estaba acertado ese día. Pero era difícil saberlo, muy difícil. Oonindo es un continente muy grande, habitada por cientos y cientos de personas. Así como algunos pueden lucir muy similares a alguien que pueda vivir a cientos de kilómetros de él —como lo cuenta el curioso mito de los Doppelgänger—. ¿por qué no podía ser igual con la voz?
Ah, pero esa voz en particular sí que crispaba los nervios. Sobre todo a ella. ¿Estaría en lo correcto? ¿sus sentidos enormemente desarrollados le estarían contando la verdad, o...?
Nunca iba a saberlo si no lo averiguaba. Porque, ante sus ojos, Kincho era Kincho. No había nada allí que indicase que el hombre estuviera robando una identidad, porque si se trataba de una transformación, éstas por lo general tenían siempre sus flaquezas, fácilmente detectables ante una percepción tan avanzada como la de Ayame.
—Y bueno, ¿estáis fermentando la cerveza o qué coño?
Ah, pero esa voz en particular sí que crispaba los nervios. Sobre todo a ella. ¿Estaría en lo correcto? ¿sus sentidos enormemente desarrollados le estarían contando la verdad, o...?
Nunca iba a saberlo si no lo averiguaba. Porque, ante sus ojos, Kincho era Kincho. No había nada allí que indicase que el hombre estuviera robando una identidad, porque si se trataba de una transformación, éstas por lo general tenían siempre sus flaquezas, fácilmente detectables ante una percepción tan avanzada como la de Ayame.
—Y bueno, ¿estáis fermentando la cerveza o qué coño?